El Santo Primogénito – Parashat Bo

Cada uno de nosotros tiene un sueño y una visión que nos gustaría transmitir a la próxima generación

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Rabino David Charlop

Posteado en 18.01.21

 

¿Cuál es la relación entre la santidad y una prostituta? Normalmente no comienzo una charla de Torá con una pregunta así, pero por muy poco relacionados que parezcan estar ambos conceptos, su conexión puede proporcionarnos una comprensión importante de uno de los temas de la lectura de la Torá de esta semana. Y también veremos cómo esta conexión se relaciona con la aspiración a la excelencia que tienen la mayoría de los judíos en muchos aspectos de la sociedad actual.

 

Con la última de las diez plagas, se produjo un fascinante cambio de estatus para el pueblo judío. Después de la muerte del primogénito de los egipcios, el primogénito judío asumió un nuevo rango de importancia. A partir de ese momento, Hashem ordenó que el primogénito judío fuera santificado para Él. A un nivel básico, la idea subyacente es que, en agradecimiento por la doble bondad que Hashem realizó al castigar a los primogénitos de los egipcios y al salvarnos a nosotros de su opresión, quedamos eternamente en deuda con Él. Ese agradecimiento adoptó la forma concreta de dedicar a cada primogénito al servicio de Hashem.

 

Sin embargo, hay dos preguntas que hacen que esta explicación sea un tanto problemática. Primero, es comprensible que la generación que tuvo el milagro de la redención debería comprometerse a dedicarle a Hashem su primogénito, pero ¿por qué ese requisito se extiende a nosotros hasta el día de hoy? En segundo lugar, esta obligación no solo se extiende a los varones judíos, sino también a nuestros animales. Es verdad que Hashem mató a los primogénitos de los animales de los egipcios y por lo tanto los judíos consagramos a nuestros animales, pero ¿por qué es necesario hacer esto? ¿Acaso el Éxodo no habría ocurrido incluso sin que murieran los animales?

 

¿A qué se debe la importancia del primogénito? Cada uno de nosotros tiene un sueño y una visión que nos gustaría transmitir a la próxima generación. A nivel espiritual y físico, invertimos energía y talento en la crianza de nuestros hijos, en general, y de nuestro primogénito, en particular. La esencia de quiénes somos y qué queremos ceder está simbolizada por el primogénito. Cuando murieron los primogénitos de los egipcios, el mensaje fue muy claro. El poderío egipcio y el terrorismo del faraón y su régimen llegarían a su fin y en su lugar estaría una nación dedicada a la compasión y la verdad. Hashem encapsuló esta idea instándonos a dedicar a nuestros primogénitos y los primogénitos de nuestros animales a Su servicio, a usar la primera y mejor de nuestras habilidades para convertirnos en Sus embajadores en este mundo. A diferencia de la auto-adoración del Faraón, el pueblo judío en cada una de sus generaciones cumple con este servicio. Por tanto, no bastaba con dedicar a nuestros hijos, sino que también necesitábamos dedicar nuestro ganado. Y no fue suficiente solo para esa generación, sino que sería un servicio eterno.

 

La palabra hebrea que significa “santidad” es kedusha (la raíz son las letras hebreas-kuf-dalet-shin). Curiosamente, la palabra hebrea que significa “prostituta” es kadeisha (con la misma raíz de tres letras). ¿Cuál es la conexión entre ambas? A cada uno de nosotros se le confiere una variedad de talentos que debemos usar y elevar a un propósito superior. Hay dos extremos polares donde dedicar estos dones: uno del lado de la pureza y la espiritualidad y el otro, que refleja la impureza y la materialidad. La total absorción por las cosas Divinas produce santidad, mientras que el enfoque opuesto apunta a la prostitución. Los dos conceptos son completamente diferentes, pero a la vez muy similares. Podemos usar nuestros talentos para convertirnos en la “nación santa” que se supone que somos o podemos perder el enfoque e invertir nuestras energías en nuestros impulsos físicos más bajos.

 

En general, los judíos son extremos. Todo lo que hacemos lo hacemos con total dedicación. Cuando nos enfocamos en nuestra propia santidad potencial, nos convertimos en los primogénitos de Hashem. Si vemos a judíos inmersos en la sociedad, los medios de comunicación, las instituciones financieras, etc., deberíamos ver esto como una expresión de nuestra inclinación natural a dedicarnos a una causa superior. Sin embargo, es importante recordar que esta participación en la sociedad, por muy noble que pueda ser, no refleja completamente el uso de nuestros talentos para luchar por la santidad.

 

Que Dios nos ayude a dedicarnos a Su servicio, a usar todos los increíbles dones que Él nos ha otorgado para ser conductos de todo lo que es santo y noble en este mundo. Amén.

 

 

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