La confesión del asesino- Shoftim

Todos vivimos una doble vida. Está nuestro mundo externo y tenemos nuestro mundo interior

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Rabino Abraham Isaac Kook z"tzl

Posteado en 16.08.20

Parshat Shoftim

 

Todos vivimos una doble vida. Está nuestro mundo externo: la relación con amigos y familiares, el trabajo, nuestro lugar en la sociedad. Y tenemos nuestro mundo interior: nuestros pensamientos y emociones, que son privados, nuestras introspecciones y contemplaciones. Estamos influenciados por ambas esferas y las necesitamos a ambas.

 

Uno de los aspectos positivos del mundo exterior es el sentido de valor y respeto que la sociedad le otorga al individuo. Los Sabios valoraban mucho la dignidad humana, incluso renunciando a las prohibiciones rabínicas cuando la dignidad del individuo estaba en juego (Berajot 19b).

 

Honrar a los criminales

 

¿Y los criminales? ¿También merecen respeto y honor?

 

El Talmud (Makot 12b) plantea una pregunta interesante con respecto a las personas que han matado a una persona en forma involuntaria. Los homicidios accidentales son sancionados con el exilio a una de las ciudades de refugio. ¿Qué pasa si la gente en la ciudad de refugio desea honrar al asesino de alguna manera, tal vez con un puesto público? ¿El asesino puede aceptarlo? ¿O estaría negando el propósito mismo del exilio? Después de todo, uno de los aspectos principales de este castigo es la pérdida de reconocimiento y su lugar en la sociedad. ¿Hasta qué punto debe sufrir el asesino la vergüenza pública para expiar su negligencia criminal?

 

Aceptar la responsabilidad

 

El Talmud responde que el asesino debe decir claramente: "Yo soy un asesino". Su historia debe ser de conocimiento público. No puede esconderse del atroz crimen que cometió, aunque haya sido sin intención. No puede fingir que el asesinato nunca ocurrió.

 

Los Sabios derivaron la necesidad del criminal de admitir abiertamente su crimen a partir del versículo: "Esta es la palabra del homicida" (Deuteronmio 19:4). Su reacción a los ofrecimientos de la sociedad debe ser como la de alguien que ha cometido homicidio.

 

El asesino no debe permitir que los honores sociales lo distraigan del examen de conciencia privado que debe llevar a cabo. Necesita prestar atención a su mundo interior y hacer introspección, y evitar quedar atrapado en la vorágine de la vida pública. Y por eso debería rechazar los honores sociales anunciando: 'Soy un asesino'.

 

Si la gente elige aceptarlo a pesar de su pasado, entonces sí se le permite aceptar el honor. El respeto de la comunidad es un valor positivo que no se debe negar, ni siquiera a los delincuentes. No se debe permitir que este respeto encubra la terrible verdad del homicidio. No debe negar ni desensibilizar el sentido interno de justicia del asesino. Pero si demuestra responsabilidad por sus acciones, y su sensibilidad moral es fuerte, entonces la influencia externa de la aceptación y el respeto social será un factor positivo en su rehabilitación final.

 

 

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