Nada de miedo – Parashat Vaikra

Si bien era discípulo de Shamai, él evitó “los intereses partidiarios” y admitió que la halajá, la ley judía, era como decía Hilel.

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Rabino Lazer Brody

Posteado en 05.04.21

“… Y apoyará su mano en la cabeza del animal de la ofrenda” (Levítico 4:4)

 

En la época previa a Hilel y Shamai, no había disenso respecto a la ley judía. Todo estaba claro y había sido transmitido de generación en generación, empezando con Moisés en el Monte Sinaí. El primer debate halájico fue acerca de la semijá, o sea, cuando el Cohen apoya la mano en la cabeza del animal del sacrificio como parte del proceso de expiación. La Escuela de Shamai dijo que no se debe realizar semijá en Yom Tov, mientras que la Escuela de Hilel dijo que sí debía llevarse a cabo en Yom Tov. Si bien Hilel y Shamai tenían un tremendo respeto el uno por el otro, sus discípulos alimentaron el fuego del disenso.

 

Dado que la ofrenda ígnea exige semijá, las Escuelas de Hilel y de Shamai coincidieron en que estaba prohibido sacrificar las ofrendas ígneas en Shabat. Pero en lo referente a Yom Tov, estaban en desacuerdo. Finalmente, los alumnos de Shamai llegaron por la fuerza al Templo Sagrado sin dejar que nadie hiciera una ofrenda ígnea en Shabat.

 

El Talmud Yerushalmi nos cuenta acerca de Bava Ben Bota, discípulo de Shamai que sabía que la halajá se regía según Hilel. Una vez, él llegó al Templo Sagrado en Yom Tov y vio que el altar estaba vacío. Eso era una afrenta que él no podía tolerar: ¿acaso la gente no llevaba ofrendas para Hashem? ¿Cómo era posible? Él sabía que los discípulos agitadores de Shamai no permitían que la gente ofrendara sacrificios que exigieran semijá. Por lo tanto, la gente no iba al Templo en Yom Tov, en las festividades, en que es más importante asistir. Bava Ben Bota declaró: “¡Que las casas de aquellos que vaciaron la Casa del Eterno sean vaciadas!”. ¿Qué hizo? Tomó una prodigiosa suma de dinero; compró 3.000 ovejas de Kedar de la más alta calidad, las chequeó para ver si tenían mácula y las llevó al Templo Sagrado. Y entonces declaró por toda Jerusalén: “¡Escuchen, hermanos míos, la Casa de Israel, que todo el que desee presentar una ofrenda ígnea venga y la ofrende, y también que realice la semijá!”.

 

Bava Ben Bota sabía la verdad y estaba decidido a defenderla, en honor de Hashem. Nadie se atrevió a interponerse en el camino de este santo tzadik.

 

Fijémonos más de cerca en este inolvidable acto de Bava Ben Bota: si bien era  discípulo de Shamai, él evitó “los intereses partidiarios” y admitió que la halajá, la ley judía, era como decía Hilel. Y al hacerlo, nos está mostrando cómo debería ser la Torá y la Halajá: sin nada de arrogancia ni de ansias de triunfo, ni de falsedades, ni de motivaciones ulteriores…

 

Bava ben Bota ejemplifica el precepto de la Torá: “No temas a nadie”. Aquel que verdaderamente teme a Hashem no tiene nada que temerles a los seres humanos, tal como suele decir mi maestro el Rabino Shalom Arush: “Aquel que teme a Uno, no le teme a ninguno”. Bava ben Bota podría haber temido, y con buen motivo, que los discípulos de Shamai complotaran en su contra, pero aun así no se dejó amedrentar. De hecho, no dudó en reprender a los discípulos de Shamai, si bien tenía que sentarse a estudiar junto a ellos todos los días en la sala de estudios.

 

Como si eso fuera poco, Bava Ben Bota nos enseña lo que es realizar un precepto con total dedicación, pues él ciertamente servía a Hashem con todo su corazón y con toda su fuerza. Ningún obstáculo logró desalentarlo, pues él invirtió todo su dinero y toda su energía en cumplir con la voluntad de Hashem.

 

Más que nada, Bava Ben Bota santificó el Nombre de Hashem de la manera más pura. Aprendemos aquí lo que uno es capaz de lograr cuando hace algo con toda su capacidad y únicamente por amor a Hashem. No es sorpresa entonces que los tzadikim como Bava Ben Bota sean capaces de inclinar la balanza en dirección al mérito para todo Israel!

 

 

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