Un Juego de Niños – Una Gran Enseñanza

Cuando era niña, uno de las cosas que más me entretenían eran esas rayitas punteadas en las que, con la ayuda de un lápiz, yo tenía que ir uniendo los puntos numerados…

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Daniela Lowinger

Posteado en 05.04.21

Cuando era niña, uno de las cosas que más me entretenían eran esas rayitas punteadas en las que, con la ayuda de un lápiz, yo tenía que ir uniendo los puntos numerados…

Un juego de niños o una gran enseñanza para los adultos
 

Cuando era niña, uno de las cosas que más me entretenían eran esas rayitas punteadas en las que, con la ayuda de un lápiz, yo tenía que ir uniendo los puntos numerados. Empezaba con el numero uno tratando de imaginarme cuál sería la figura escondida detrás de todos estos numeritos, que parecían desordenados en la hoja, pero que en realidad, al unirse, representaban un animal, una persona, un paisaje o cualquier otra imagen.

Siempre me maravillaba cómo al principio no tenía idea de qué cosa estos puntos numerados terminarían representando, y como poco a poco se hacía claro que diseño saldría de allí.

Hace mucho tiempo ya que no dibujo con numeritos, pero hace apenas unos días me vino este pasatiempo de vuelta a la mente, como una analogía a los puntos y números en mi vida que trato de conectar.

Cuando empecé mi camino de teshuvá, una de las cosas que más me maravillaron fue darme cuenta que durante toda mi vida había recibido señales, indicaciones de qué camino tomar en mi vida, pero nunca les había prestado atención.

Normalmente, cuando me daba cuenta de que algo que estaba ocurriendo en ese mismo momento estaba conectado a algo que hubía ocurrido en el pasado, mi reacción era pensar: guau… qué coincidencia. Pero cuanto más me adentré en el estudio del judaísmo, en mi compromiso de vivir como judía, más me di cuenta de que cada suceso pasado o presente me llevaría en el futuro a descubrir la razón por la cual tal cosa había sucedido. Y cada vez que me topaba con el descubrimiento del porqué de algún suceso pasado, más me maravillaba y emocionaba.

Había hecho una transición: pasando de pensar en coincidencias a ver la mano de Di-s dirigiendo mi vida. Cuanto más “maduré” en mi regreso al judaísmo, más pude y puedo confirmar a diario que las palabras de oración de las Birkot Hashajar (bendiciones matutinas) no son poesía, no son palabras sin fundamento, sino que son la realidad pura y concreta: “Bendito Eres Tú HaShem, nuestro Di-s, Rey del Universo, que prepara los pasos del hombre” – esta sentencia se ha transformado en mi realidad diaria.

Recuerdo no hace mucho tiempo atrás, en una conversación con una amiga, que hablábamos de nuestras diferencias en la forma de ser. Ella me decía que yo me aferraba demasiado a los momentos vividos, y que ella más bien dejaba que la vida fluyera. Después de nuestra conversación quise entender por qué yo trataba de guardar todos los momentos vividos, con sus detalles, en mi memoria. Por qué le daba tanta importancia a cada evento vivido – por lo menos los más impactantes. Y percibí que ésta era una de las formulas que había encontrado, inconscientemente, para fortalecer constantemente mi relación con Di-s.

¿Por qué?

Porque al mirar atrás, a la historia de mi vida, me di cuenta de que cada experiencia vivida, cada país que había sido llamado “hogar” en algún momento de mi vida, cada idioma aprendido, cada persona que fue parte de mi crecimiento, cada ilusión y cada desilusión habían sido parte del plan de HaShem para encaminarme en el camino de mi vida. Dirigirme hacia el propósito por el cual yo estoy en este mundo, en el preciso lugar donde Él me ha puesto, bajo las condiciones que Él ha establecido para que yo pudiera cumplir mi misión, mi razón de ser.

Un ejemplo: muchas personas me preguntan cómo vine a vivir a Panamá, ya que Panamá ha sido, por ahora (si Di-s quiere pronto estaremos en Israel con la llegada del Mesías) mi última parada, después de haber nacido en Egipto, vivido en Italia, Brasil, Israel y por fin haber llegado a Panamá. La primera respuesta que he dado a la pregunta de por qué o cómo “Panamá” ha sido que mi madre se casó en segundas nupcias en Panamá y que me invitaba a irme de Israel y venir a vivir aquí con ella. Pero al mirar un poco más atrás, me doy cuenta de que venir acá no fue una decisión realmente mía.

Dicha decisión era parte del plan de mi vida, aunque yo en ese momento no lo supiera. Cuatro años antes de mi llegada a Panamá, había estado en Israel con un grupo de jóvenes de Brasil del cual yo formaba parte. En aquel año, y como durante los años que siguieron a la Guerra de los Seis Días, cuando se acercaba Yom Yerushalayim, el día que celebra la reunificación de la capital de Israel, como parte de la celebración, se organizaba una caminata de tres días en los alrededores de Jerusalén. Era una caminata de treinta y pico de kilómetros diarios a través de las colinas y los pueblos que circundan a Jerusalén.

En el año 1972 había treinta y tres mil participantes de todo el mundo. Para albergar esta cantidad de participantes, los organizadores habían creado un campamento de miles de carpas. Banderas de Israel ondeaban por todos lados acompañadas de banderas de países del mundo esparcidas entre los millares de carpas. El escenario era tan sorprendente que le pedí a uno de mis amigos que me tomara una foto con las carpas a mis espaldas, y envié las fotos a casa. Mi madre, que aún vivía en Brasil en aquellos tiempos mandó ampliar una de las fotos y la enmarcó.

Cuatro años después, al llegar a Panamá, volví a ver esta foto, ahora en el cuarto que sería el mío. Y para mi sorpresa, allí, detrás de mi rostro sonriente,estaban las miles de carpas y una bandera. La bandera de Panamá. Estoy segura de que cuando me tomaron la foto, unos años antes, yo ni sabía dónde estaba Panamá en el mapa, ni conocía su bandera. Pero hoy, cuando recuerdo este suceso, me doy cuenta de que HaShem ya me estaba indicando a Su manera, dónde estaría yo unos años después. Para muchos esto sería considerado una simple coincidencia. Para mí es mucho más que esto. Éste y muchos otros momentos en que reconozco Su mano en los puntos que voy conectando me reconfirman una y otra vez que hay un plan para mí; son una confirmación que aunque yo sea algo insignificante, apenas una persona entre seis billones de personas en el mundo, HaShem sí prepara los pasos que doy y aún daré en esta vida.

Algunos de ustedes se preguntarán: ¿y para qué es importante saber esto? ¿De qué sirve ver que nuestros pasos ya están diseñados, que nuestro camino está ya trazado?

Para mí es lo que me permite enfocar la vida en la dirección correcta. Miren, muy a menudo gastamos nuestra energía en búsqueda de sueños ilusorios. Damos vuelta por la vida, nos caemos y nos levantamos al darnos cuenta de que tomamos el camino equivocado, que invertimos tiempo, emociones, energía en cosas que al final se desvanecieron. Pasamos la mitad de nuestra vida viviéndola y la otra mitad tratando de entender cuál es nuestro propósito en ella. Buscamos sentido a nuestra existencia a veces sin saber en qué lugar buscar, de qué forma descubrir la razón por la cual Di-s nos puso aquí y nos mantiene aquí día tras día. El descubrir las “coincidencias” es una fórmula para saber que estamos en el camino correcto. El ver cómo cada número va siguiendo a otro nos permite echar un vistazo a lo que debe ser el diseño completo. Y es reconfortante poder ver que hay un diseño en nuestra vida. Que hay un Artista que traza cada línea, cada círculo… y que lo hace con gran amor y misericordia, para que “nuestro diseño” tenga sentido.

Por eso vivo mi vida con los ojos abiertos, con mis sentidos alertas, para no perderme ningún mensaje, ninguna indicación del camino a tomar ni ninguna señal que me confirme que ésta es la vía correcta. Ésa es mi forma de percibir a Di-s en mi vida a cada momento.
 

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1. Juslherys

11/12/2020

Hola, me encantó su artículo. Yo vivo en la provincia de Chiriquí, Panamá y bienvenida. Waoo. Es increíble todo lo que cuenta. Dios diseña nuestros pasos. Es impresionante. Solo hay que confiar y abandonarse en sus manos. Dios le bendiga. Shalom

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