Amor incondicional

Digamos que estás casado con una persona que tiene un hijo de un matrimonio anterior y tú no tienes una relación muy buena que digamos con ese hijo.

3 Tiempo de lectura

Dr. Zev Ballen

Posteado en 05.04.21

Todos nosotros –hombres, mujeres y niños– tenemos una necesidad muy profunda de que nos amen, nos comprendan y de que haya alguien que se esfuerce por nosotros y se arriesgue por nosotros.

 

En lo que refiere a las relaciones, tenemos que preguntarnos a nosotros mismos: “¿Hasta dónde estaría dispuesto a llegar para ayudar a alguien a quien digo amar y estar a su lado en los momentos difíciles? ¿Acaso soy capaz de darme a esa persona en un cien por ciento? ¿De veras tengo todo ese amor dentro de mí?”.

 

La respuesta es sí, sí lo tienes! Pero la mayoría de nosotros no sabe que lo tiene. Si uno no se exige ni lo ha liberado, entonces no hemos tenido acceso a ese amor real y profundo que sentimos verdaderamente por nuestra pareja y por nuestros hijos, y también por nosotros mismos. Ese amor es poderosísimo. Pero la gran mayoría de nosotros todavía ni empezó a sacarlo a flote…

 

Por eso, en lugar de eso, nos enredamos más y más, tratando de buscar “estrategias” sobre “qué hacer” respecto a determinadas personas, situaciones o dificultades. Olvidamos que amamos a estas personas y que nuestro amor a ellas es tan poderoso que es capaz de atravesar cualquier obstáculo. Pero antes de que podamos utilizar ese amor, primero tenemos que conectarnos a él. Recién entonces podremos compartirlo con nuestra pareja, nuestros hijos, nuestros vecinos, con nosotros mismos y también con Dios.

 

El amor es el poder que va a traer al Mashíaj. El amor es Dios Mismo. El amor es la más grande característica de Dios. Dios ama a todos y a todo lo que creó y Su amor es perfecto e ilimitado.

 

Por supuesto que nosotros no somos Dios; solamente somos seres humanos limitados y nuestro amor tiene faltas y limitaciones e intereses. Pero aun así podemos aspirar a emular a Dios en la medida de nuestras posibilidades. De hecho, tratar de perfeccionar nuestro carácter y emular a Dios es el principal propósito de nuestras vidas. Tenemos que esforzarnos por vivir según los valores espirituales que nos van a preparar para poder tomar las decisiones correctas en las relaciones con los demás.

 

Digamos por ejemplo que tienes un hijo adolescente que está pasando por una etapa de mucho egoísmo y egocentrismo. Digamos que estás en medio de organizar una boda y tienes un millón de cosas que preparar. Además, tu pareja no está en el país y toda la responsabilidad de la crianza de los niños recarga en tus hombros, además de todas las otras cosas que tienes que hacer.

 

Ahora bien: este hijo, que nunca en su vida movió un dedo para ayudarte en nada, o ayudarse a sí mismo, para el caso, ahora viene a hablarte y te dice que quiere comprar ropa nueva y que quiere pedir dinero prestado para salir con sus amigos en tu auto… A ti te empieza a hervir la sangre y empiezas a pensar: “Yo a este le voy a enseñar una lección! Yo le voy a enseñar lo que es un hombre! Tengo el deber de padre de señalarse unas cuantas cosas….”.

 

Pero por favor, presionemos “pausa” durante unos momentos y sentémonos a analizar lo que está sucediendo aquí. En realidad, solamente estás estresado porque estás con toda la carga de los chicos y la boda y tu esposa-o está en el extranjero, así que estás buscando alguna excusa para desahogarte con tu hijo. Así que mientras estamos con la “pausa”, aprovechemos para pensar qué es lo que Dios quiere que hagas en este momento.

 

Dios te está dando la oportunidad de demostrarle que eres serio con respecto a trabajar sobre ti mismo para amar a tu hijo incondicionalmente estableciendo la situación perfecta para “darle” precisamente en el momento en que más bien preferirías estrangular a ese hijo tan egoísta.

 

A veces Dios quiere otra cosa. Digamos que estás casado con una persona que tiene un hijo de un matrimonio anterior y tú no tienes una relación muy buena que digamos con ese hijo. Tal vez te resulte muy irrespetuoso o tal vez sientas celos de la atención que tu pareja le prodiga. Pero tu pareja es muy cercana a su hijo y lo quiere mucho. Tú no hiciste nada “malo” en sí al actuar con un poco de frialdad con tu hijastro pero tu pareja necesita que te pongas a la altura del desafío y trates de acercarte más a ese niño. En ese caso, no puedes decir que amas incondicionalmente a tu pareja a menos que también estés tratando de realmente amar a ese hijastro.

 

Cada uno de nosotros tiene que sentir que importa, que es significativo y que es especial y único. Todos somos “edición limitada”, como vemos a partir del simple hecho de que no hay dos huellas digitales idénticas. Si la persona que te está amargando la vida no aprendió a sentirse significativa, y no tuvo padres que hayan sabido darle esa sensación de autoestima, entonces esa persona necesita que se la des tú. Una vez que descubrimos que somos capaces de dar muchísimo más que lo que creíamos posible, por lo general logramos invertir situaciones y relaciones muy dolorosas en muy poco tiempo.

Escribe tu opinión!

Gracias por tu respuesta

El comentario será publicado tras su aprobación

Agrega tu comentario