¿Niños Con Tendencias Suicidas?

Increíble pero cierto: una vez me trajeron a un niño de once años para que hablara con él y lo disuadiera de… cometer suicidio (¡!).

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Rabino Shalom Arush

Posteado en 17.03.21

Increíble pero cierto: una vez me trajeron a un niño de once años para que hablara con él y lo disuadiera de… cometer suicidio (¡!).

Los padres tienen que saber que sus hijos no son meras pertenencias a las que pueden tratar de la manera que les plazca. El padre tiene prohibido insultar a su hijo o causarle angustia. La persona que lo hace está transgrediendo en forma flagrante un precepto de la Torá. Además, no es nada fácil expiar la falta en que uno incurrió al maltratar a un niño y en especial si este es menor de la edad de bar o bat mitzvá. Pero así como la persona debe pedirles perdón a todos aquellos a los que hirió o perjudicó a lo largo del año, también hay que pedirles perdón a sus propios hijos por haberlos herido. Esto no es ninguna broma.

Una vez me trajeron a un niño de once años para que hablara con él y lo disuadiera de… cometer suicidio (¡!). ¿Dónde se oyó algo así? Sus padres me lo trajeron pero él no quería salir del auto. No quería hablar conmigo ni con nadie más. Al final yo fui al auto y hablé con él. Le demostré una gran dosis de afecto y cariños hasta que finalmente él abrió el corazón y me dijo sin pelos en la lengua que sus tendencias suicidas provenían del hecho de ser criticado en casa y de ser insultado por sus padres. Y la gota que colmó el vaso fue cuando sus padres lo cambiaron del colegio al que iba y que tanto le gustaba a otro colegio en el que tanto los maestros como los alumnos constantemente lo criticaban y se burlaban de él. Ahí ya no pudo aguantar más. El niño me pidió que por favor convenciera a sus padres de que volvieran a enviarlo al primer colegio en la ciudad donde vivían antes.

Todas las críticas y las burlas, tanto en el colegio como en casa, le quebraron el espíritu y la voluntad de vivir. Y una vez que perdió las ganas de vivir, obviamente ya no tenía posibilidades de estudiar ni de funcionar como es debido. Yo lo colmé de cariño y traté de buscar toda clase de palabras que le revivieran el espíritu. Le dije lo especial que era y lo dulce que era, y lo justifiqué y le prometí que lo iba a ayudar. Pero apenas terminó la reunión, y tuvo que retornar a la vida real y a sus padres que no lo entendían, otra vez volvió a perder las ganas de vivir. Lamento tener que decirles que esta historia no tiene un final feliz.

La situación de este niño me causó tanta pena que habría sido muy feliz de que él se quedara conmigo, en cuyo caso lo habría colmado de amor, le habría comprado regalos, le habría dicho que no quiero nada de él excepto amarlo y ocuparme de él. Lo habría llevado conmigo y le habría dicho elogios por cada pequeña cosa que hiciera. En mi mente, así es como lo habría sanado, reconstruyendo su auto-estima y su confianza hasta que pudiera retomar una vida normal.

Otro alumno me contó que a la edad de catorce años ¡trató de suicidarse! ¿Y por qué? Porque su padre era extremadamente estricto y le exigía en forma excesiva. Cada vez que su padre volvía de trabajo, llegaba hecho una furia y le gritaba a su hijo por todo tipo de cosas que el hijo no hacía bien: que ensuciaba y no limpiaba lo que ensuciaba; que no hacía los deberes escolares, etc. Mi alumno me dijo que su mamá era muy buena y muy amable. Cuando el padre estaba en el trabajo, todo estaba bien. Pero sabía que en cualquier momento el padre iba a volver y tenía terror del momento en que el padre abriera la puerta.

La tensión era tal y la tristeza y la depresión eran tales que decidió quitarse la vida. Fue a la farmacia y logró convencer al farmacéutico que le vendiera pastillas para dormir, diciendo que eran para su padre. Entonces fue a una casa abandonada en la que él y sus amigos solían reunirse a veces y escribió una carta afirmando que su vida era muy mala y que sufría tanto que no le importaba morir. Quería saber si había vida después de la muerte (en ese momento no era religioso en absoluto). ¡De esa manera se iba a salvar de toda una vida de sufrimiento!

Él se tragó las pastillas para dormir y se sumió en un sueño muy profundo durante varias horas. Pero parece que el farmacéutico no le dio pastillas tan fuertes, ya que al cabo de muchas horas él se despertó, completamente desorientado. Después parece que sus padres encontraron su carta y lloraron amargamente, arrepintiéndose en forma sincera. A partir de ese día, su padre no volvió a decir una palabra de crítica y le dejó hacer lo que quería. Siendo un judío secular, el hijo empezó a hacer toda clase de pavadas, pero aun así salvó su alma y más tarde se volvió una persona observante. ¡Los padres tienen que comprender el daño que son capaces de ocasionar! Los niños son seres vivos, seres sensibles ¡y está prohibido oprimirlos!

Nuestros hijos no nos pertenecen. Le pertenecen a HaShem. HaShem nos los confió para que los cuidáramos. Una de las resoluciones del Nuevo Año más importantes debería ser tratar de ser mejores padres: menos enojo y nada de insultos, y mucho más amor!
¡Que todos sean sellados para un año bueno y dulce!
 

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