Cuando nada cambia

Cada vez que Sara trataba de hablarle a su marido Abi de las finanzas, sucedía lo mismo –terminaban a los gritos y Abi se iba de casa.

3 Tiempo de lectura

Dr. Zev Ballen

Posteado en 04.04.21

Cada vez que Sara trataba de hablarle a su marido Abi de las finanzas, sucedía lo mismo –terminaban a los gritos y Abi se iba de casa. El ruido de la puerta atrancándose se había vuelto cosa de todos los días.

 

Siempre se terminaban peleando, no importa de qué tema hablaran. Por más insignificante que fuera el tema, la discusión siempre terminaba de la misma forma dolorosa. Simplemente no eran capaces de hablar de nada. Finalmente Sara y Abi hasta dejaron de tratar de comunicarse el uno con el otro y en cambio empezaron a arrojarse objetos. No pasó mucho tiempo y el arrojarse objetos se transformó en golpes y entonces se hizo necesaria una separación. La misma duró ocho meses.

 

Sara estaba ya pidiendo el divorcio de su marido cuando alguien le dio un ejemplar de En el Jardín de la Fe en idish. Sus heridas físicas y emocionales aún estaban abiertas, pero ella decidió igualmente darle otra chance a su matrimonio. Tras cientos de intentos de reconciliación, ella no tenía motivos para pensar que esta vez fuera a ser diferente. ¿Qué fue lo que la llevó a hacer un último intento?

 

No la lógica, sino la fe.

 

Cuando ambos volvieron a convivir bajo un mismo techo, no estaban más capacitados que antes para tratarse bien el uno al otro. Tras la prolongada separación, ambos tenían mucho cuidado de no dejar que la situación escalara otra vez, pero dentro del corazón sabían que esta “solución” no iba a durar mucho tiempo.

 

Yo sabía que era imposible que Abi y Sara hablaran entre sí inclusive en mi presencia, a menos que hubiera fe. Así que pasamos la primera hora hablando de la esperanza y de la fe. Ellos aprendieron a relajarse el uno en la presencia del otro y entendieron que la relajación era la forma de “dejar que entrara Dios”. Aprendieron que la relajación es el precursor de la emuná.

 

¿Cómo fue que estos dos jóvenes estaban dispuestos a tratar de comunicarse nuevamente el uno con el otro?  Ambos se sentían sumamente vulnerables. Por un lado, disfrutaban de la relajación pero por el otro, se sentían vulnerables. Ninguno de los dos sabía cuándo iba a ser atacado de nuevo por el otro y yo no tenía nada en mi “arsenal terapéutico” que pudiera servirles para eso.

 

¿Qué era lo que mantenía a la pareja sin desintegrarse en esta situación potencialmente explosiva?

 

Únicamente su fe, el saber que ya no estaban más solos con este “problema” y que podían recurrir a una “fuerza para el bien” a la que jamás antes habían recurrido. A esta altura, no creo que ellos realmente creyeran que las cosas fueran a cambiar, pero probablemente sí creían que de alguna forma la situación tenía el potencial de crear un cambio para mejor.

 

Al mirarse el uno al otro con más calma y más comodidad, ya había algo intangiblemente diferente acerca de la situación. La calma interna que habían aprendido ellos solos estaba más presente que antes. Ellos sentían que la calma que percibían era algo Divino. Creían que su respiración lenta y profunda, que su comodidad muscular y sus sentimientos más seguros eran evidencia de que Dios estaba junto a ellos. Si bien ambos se sentían tan vulnerables, ya era una clase diferente de vulnerabilidad, que jamás antes habían experimentado.

 

Cuando empezaron a hablar y a escucharse el uno al otro, ya no era la misma clase de hablar y de escuchar. No es que las palabras que se dijeran fueran tan diferentes de las que habían usado en el pasado. De hecho, hablaban prácticamente igual que antes. Entonces ¿por qué ninguno de ellos se sentía “provocado” por esas palabras emocionalmente “hirvientes” como había sucedido en el pasado? Era porque ahora estaban llenos de algo más grande que les permitía ver con mayor profundidad lo que estaba diciendo el otro. Poseían una sabiduría y un entendimiento más profundos de lo que iba a satisfacer el uno al otro.

 

Hablamos de varios “temas” que les habían estado molestando hacía mucho tiempo y no resolvimos nada. Ninguno de los dos aceptó cambiar o hacer nada diferente con respecto a esos “temas”, pero no tenían que hacerlo, porque en realidad no era por eso que se habían peleado. Recién ahora se dieron cuenta de que lo que el otro quería era que lo entendieran, que entendieran su dolor y su frustración, y que demostrara que estaba dispuesto a hablar del tema. El hecho de que estaban dispuestos a confiar  en que iban a encontrar una solución fue el elemento fortalecedor que no habían tenido antes.

 

La “nueva idea” de que de alguna manera Hashem los está ayudando dándoles un regalo de Su tesoro de recursos infinitos es lo que puso al matrimonio de vuelta en el mapa y les dio la fuerza para darse cuenta de que a veces no existe una solución concreta para los asuntos complejos. Sin embargo, al mantenerse conectados a su amor y a su creencia en su matrimonio ahora tienen la paciencia necesaria para soportar y aceptar que por ahora la “realidad” no puede cambiar y eso es precisamente lo que necesitan.

 

Que Hashem continúe ayudando a todos los que creen en Él. Amén.

 

 

Escribe tu opinión!

Gracias por tu respuesta

El comentario será publicado tras su aprobación

Agrega tu comentario