Curándome con Emuná

El libro “En el Jardín de la Salud” del me llegó antes de Pesaj. Qué raro, pensé. Siendo socia del Club de Socios de Breslev Israel, estaba acostumbrada a recibir libros...

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Jana Kogan

Posteado en 05.04.21

El libro “En el Jardín de la Salud” del Rabino Shalom Arush me llegó tres semanas antes de Pesaj. Qué raro, pensé. Siendo socia del Club de Socios de Breslev Israel, estaba acostumbrada a recibir libros y CDs de emuná en mi casilla postal. Pero qué necesidad tenía de un libro acerca de salud y curación??

 

Siempre consciente de temas de salud, estaba en mi mejor forma, mucho mejor que lo que alguna vez me sentí. Seguía una dieta nutricional. Finalmente había bajado de peso. Tenía el colesterol estabilizado. Mis diarias caminatas de 30 minutos se iban volviendo apreciadas y anheladas sesiones de hitbodedut (plegaria personal). Incluso la fractura del radio distal de la mano derecha que había tenido cuatro meses antes se había curado y ya estaba pensando seriamente volver a mi clase de Pilates.

 

Obviamente, Hashem sabía todo esto. Y enviarme En el Jardín de la Salud a esa altura de mi vida parecía ser, a falta de un mejor término, algo inoportuno. Pero ¡qué equivocada estaba, por amor a Dios!

 

Avanzamos rápidamente dos semanas y la fecha es 1 de abril, el primer día de mis tan anheladas vacaciones de 25 días. La hora: 8.50 am, 60 horas antes del Seder de Pesaj. El lugar: Maalé Adumim, en la zona situada en medio de los dos grandes centros comerciales, Kikar Iahalom y Kenion Ofer. Yo estaba parada junto al cruce peatonal. Había un auto a unos 15 metros de distancia. Hice contacto visual con el conductor y empecé a cruzar. Entonces, al mirar el suelo enfrente de mí, vi que el guardabarros del auto entraba en mi campo de visión. Dios mío, me está por atropellar, recuerdo haberme dicho a mí misma en tono asombrosamente calmo (como el tono que uno emplea para señalar el acercamiento de nubes de lluvia. Dios mío, está a punto de llover). ¡Gracias a Dios por esa bendita ignorancia! Si hubiera tenido más conciencia del inminente impacto, probablemente me hubiera puesto toda tensa y entonces habría sufrido muchas más heridas que “solamente” un húmero destrozado, un hombro dislocado y una fractura del quinto metatarsiano del pie derecho.

 

La siguiente escena que recuerdo es estar sentada en el suelo, sacudiéndome las telarañas de la mente y dándole gracias de todo corazón a Hashem por haber salido de esto con vida. Mientras un transeúnte llamaba a la ambulancia y otro cubrió su chaqueta sobre mis espinillas expuestas (había empezado a lloviznar), el conductor, que mientras tanto había salido del auto, se nos acercó y dijo: “Oy, erev Jag (víspera de fiesta). No la vi”. Yo lo inspeccioné. Era un hombre muy mayor (de 83 años, de acuerdo con el informe policial). El hecho de que no me había visto, siendo yo una mujer alta y no exactamente lo que se dice “flaca”, era tan extraño e ilógico que entendí de inmediato y sin lugar a duda que el accidente era obra de Hashem. Tenía un propósito y un mensaje para mí, si bien en el momento yo no tenía la menor idea de cuál sería. Gracias a En el Jardín de la Salud (y a mi hijo menor, que me lo trajo al hospital), Hashem me reveló las lecciones durante los días y las semanas que siguieron.

 

Cultivar la paciencia – desde esperar a que me trajeran los remedios hasta esperar las visitas del médico, la vida en el hospital es una prueba a la paciencia. Para mí, la máxima prueba fue cuando me informaron que la operación del hombro no iba a realizarse el jueves sino el lunes de la otra semana debido a Pesaj y a la necesidad de esperar la prótesis. (Me iban a realizar una operación de sustitución parcial de hombro –artroplastia).

 

Aprovechar el tiempo – el Rabino Arush dice que es una grave injusticia que los hospitales pongan pantallas de televisión enfrente del paciente para distraerlo de su dolor y su aburrimiento. “Qué cosa tan terrible es cuando le ponen al paciente en la habitación un televisor “para que se entretenga”, privándolo así de la oportunidad de hacer lo que verdaderamente tiene que hacer, vale decir, arrepentirse y orar y hacer un examen de conciencia”. Dado que el dolor y el sufrimiento son algo que Hashem nos envía para que purifiquemos el alma, cada vez que empezaba algún dolor, yo decía “Vamos, que venga el dolor pues!”, sabiendo que todo sufrimiento que tuviera en este mundo es muchísimo menor que lo que voy a tener que sufrir en el Mundo Venidero.

 

Dar las gracias – además de mis hijos y mis compañeras y el cirujano, que cosió la herida con gran esmero, siento una enorme gratitud a Hashem incluso por el accidente mismo. Me llevó cuatro semanas de plegarias e introspección pero ahora sé por qué cosas tengo que hacer teshuvá (arrepentirme). Si Hashem no me hubiera enviado esta “carta de amor” (como dice el Rav Arush), no creo que yo por mi cuenta me habría percatado de mis propias faltas.

 

Ten cuidado de lo que deseas – esta lección puede ilustrarse con una breve anécdota. Mi hija mayor pasó la noche del Seder conmigo en el hospital. A la mañana, ella me llevó en la silla de ruedas al comedor, donde la organización Ezer Mitzion proveía comida caliente a los pacientes y sus familiares. La mesa estaba repleta de saladas y gefilte fish y pollo y cholent y kuguel. Yo miré la mesa y me puse a reír a carcajadas.

 

Ella me preguntó: “Qué tiene de cómico?”.

 

Y yo le respondí: “¿Recuerdas lo que Le pedí a Hashem que me diera durante las vacaciones que iba a tener? Que no tuviera que comprar comida, que no tuviera que preparar comida, que no tuviera que servirla, que no tuviera que lavar los platos… Bueno, parecería que Hashem ha respondido mis plegarias!!

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