Detrás del telón

Uno de los mejores trabajos que tuve en mi vida fue cuando trabajé durante siete años en un centro de atención a enfermos de Alzheimer.

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Yehudit Channen

Posteado en 15.03.21

Uno de los mejores trabajos que tuve en mi vida fue cuando trabajé durante siete años en un centro de atención a enfermos de Alzheimer. Estar con los pacientes solía ser muy agradable, a pesar de su confusión, y muchas veces era interesante y conmovedor. Naturalmente, este trabajo también tenía un aspecto un poco deprimente. No es fácil ver cómo alguien se va deteriorando mentalmente. Pero lo más difícil de todo era ver a los hijos adultos de aquellos ancianos lidiando con los efectos de la enfermedad: la desaparición mental y emocional de los padres que tanto amaban y tanto conocían.

 

Recuerdo que una vez una hija me contó acerca de su mamá: “Esta mujer tiene el mismo aspecto que mi mamá. Tiene el mismo olor y la misma voz y es como mi mamá, pero no es mi mamá. Si tengo suerte, logro vislumbrar la mujer que ella solía ser. Tú y yo estamos mirando a la misma persona, pero yo sé quién es realmente mi madre por dentro. Y esta mujer que ves aquí no es su yo verdadero. Es solamente una ilusión…. Mi verdadera mamá está detrás del telón…”.

 

Cada tanto me acuerdo de aquellas palabras, especialmente cuando me acuerdo de mi propia mamá, que se volvió un misterio para mí cuando su demencia fue en aumento y se perdió a sí misma.

 

Pero también pienso en esas palabras cuando rezo, cuando afirmo la bondad y la compasión de Dios, adjetivos que usan una y otra vez para describir a nuestro Creador.

 

Tanto en mi vida personal como en mi trabajo, escucho y veo un montón de cosas que para mi mente tan limitada parecen ser cosas cualquier cosa menos compasivas pero si provienen de Dios (y todo proviene de Dios) entonces eso es lo que deben ser. Circunstancias devastadoras pueden parecer a veces como un sufrimiento azaroso que es injusto y despiadado, pero esas son solamente las apariencias. “Hashem es bueno con todos; Sus milagros están en todas Sus obras… el Compasivo; el Rey que ama la rectitud y el juicio”.

 

Entonces ¿qué hacemos cuando nos parece que nos azotan con épocas difíciles, con pruebas durísimas y con sueños destrozados? Cuando parece que lo que nos está pasando o lo que les está pasando a nuestros seres queridos es cualquier cosa menos justo, amable o compasivo? Cuando pensamos para nosotros mismos: “Tal vez esto sea amor pero no el amor que yo conozco”?

 

Buscar algo, cualquier cosa, que sea bueno en medio de una situación difícil puede despertar la conciencia del amor de Dios que está presente incluso en la situación más terrible. Las pequeñas chispas de evidencia abundan pero tenemos que querer encontrarlas. Uno tiene que estar dispuesto a ver la compasión oculta de Hashem en medio de la niebla de la desgracia. A menudo nuestra fuerza de voluntad se ve bloqueada por el dolor abrumador y eso es perfectamente normal. Uno tarda tiempo en recuperarse de un terremoto y Hashem lo sabe. Él nos hizo capaces de ambivalencia y de emociones conflictivas. Sentirse traicionado, enojado o abandonado es propio de la condición humana.

 

Somos los hijos de Dios ─como niños pequeños─ y los niños pequeños no pueden entender la conducta de su padre. Él está a miles de kilómetros en su desarrollo cognitivo, su madurez y su experiencia. Los padres viven en una dimensión distinta a la de sus hijos. No hay forma de que una madre pueda transmitirle a su hijito de dos años la visión que tiene ella del futuro de él, o su inmensa devoción por el éxito de él y su bienestar.

 

A veces, a pesar de vivir una tremenda aflicción, uno puede discernir elementos de bondad y compasión. Hay cosas por las que dar las gracias en cada prueba de la vida.

 

En el rezo de Shemone Esré reconocemos que Hashem nos ha bendecido con sabiduría, entendimiento y discernimiento. Estas son las herramientas que necesitamos usar cuando nos enfrentamos a la emboscada del miedo y de la angustia. Y más que nada, necesitamos fe.

 

Hay algo que ayuda mucho y es repetir una y otra vez que Hashem nos ama y siente nuestro dolor y Él está con nosotros en nuestro momento de aflicción. Y que finalmente Él cambiará nuestro lamento por una canción. Estas son promesas Divinas que hizo nuestra Roca, nuestro Redentor, el Creador.

 

Confiar en Hashem es fácil cuando la vida va bien, cuando todos están sanos y a los niños les va bien. Cuando el dinero no es un problema y el matrimonio anda sobre ruedas.

 

Confiar en Hashem es un desafío cuando estamos enfermos y preocupados, cuando ha habido una tragedia, una muerte prematura o una gran desilusión.

 

Pero aunque tal vez no tengan la apariencia de compasión, ni de afecto ni de amor, creemos que las pruebas son todas esas cosas. Los judíos son llamados “creyentes hijos de creyentes”.

 

No es negar el dolor. No es minimizar la pérdida. No es negarnos a enfrentar la realidad. Es la emuná: que incluso si nos duele una barbaridad, el Cielo existe para aquellos que creen. La genuina emuná puede hacer que cualquiera, en cualquier situación, esté en un estado de gracia.

 

Y a veces solamente tenemos que aguantar y darle a Dios el beneficio de la duda.

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