El juego espiritual

Hace varios años, toqué fondo físicamente. Siempre había sido una persona atlética y delgada, pero todos esos años comiendo mal dejaron rastro...

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Dr. Zev Ballen

Posteado en 17.03.21

Hace varios años, toqué fondo físicamente. Siempre había sido una persona atlética y delgada, pero todos esos años comiendo mal y sin hacer ejercicio, finalmente habían producido sus resultados. Me sentía terriblemente mal, pero a pesar de eso no tenía deseos de cambiar mi estilo de vida. Podía comer todo lo que se me antojara y no subía de peso. Pero ahora estaba pagando el precio de una vida sedentaria. Dondequiera que estuviera, estaba sentado. Cuando trataba a mis pacientes, estaba sentado. Cuando estudiaba Torá, estaba sentado. Cuando estaba en la sinagoga, estaba casi siempre sentado. Y así es como vivo la vida desde 1972, cuando me gradué.

 

Recién cuando llegué a Breslev Israel empecé a reconectarme con el deporte. Y créanlo o no, la primera chispa que me hizo volver a jugar al básquet fue durante una sesión de plegaria personal. Durante esa hora a solas con Hashem, finalmente logré enfocarme en la alegría que siempre había sentido jugando al básquet y en tantas otras actividades deportivas que pensé que ya no eran adecuadas para un hombre “religioso”…

 

Cuando conocí al Rabino Lazer Brody y vi con cuánta seriedad se tomaba el tema de la salud y el estado físico, eso me despertó la curiosidad. He aquí un hombre religioso, un rabino, que era solamente unos pocos años más grande que yo, y que estaba en perfecto estado físico. Así que hace unos seis años, cuando yo tenía 57, y no había tocado una pelota de básquet desde 1974, le pregunté al Rabino Brody qué diría el Rabino Shalom Arush acerca de que yo volviera a jugar al básquet. El Rabino Brody me dijo que él le había hecho una pregunta muy similar sobre su propia práctica deportiva y que estaba seguro de que el Rav Arush me iba a decir que sí jugara al básquet, no sólo porque es sano, sino porque me produce alegría. ¡Esa respuesta me cambió la vida!

 

Desde ese momento, yo trato de jugar al básquet por lo menos varias veces a la semana. Y ahora este juego tiene para mí un componente espiritual que me tomo muy en serio. Yo sé que Hashem no quiere que juegue igual que jugaba cuando era joven. No me refiero solamente a las obvias limitaciones físicas que tengo ahora comparado con aquella época. Hashem quiere que anule el instinto matador que tenía por ese entonces.

 

Por ejemplo, no creo que Hashem quiera que piense en el resultado tanto como pensaba antes. Yo hago lo mejor que puedo pero le dejo el resultado a Hashem. Él decida quién va a “ganar” y quién va a “perder”. Trato de ser un jugador de equipo y de crear oportunidades de juego también para mis compañeros de equipo. Jugar a los 63 es también una maravillosa oportunidad para aprender a ser “feliz con mi parte”. Me veo forzado a aceptar que Hashem me quitó parte de la fuerza, la velocidad y la agilidad que tenía antes y que tengo que compensar ese declive físico con un juego más mental.  

 

El hecho de retomar el básquet me trajo otros tantos beneficios adicionales: me hace trabajar con más eficiencia en otras áreas de la vida, me ayuda a mantenerme enfocado en el presente y dejar mis problemas “afuera del campo de juego”, por así decirlo, y me ayuda a aceptar los inevitables altibajos de la vida. Estoy muy feliz de haberme “reconectado”. Gracias Hashem!

 

 

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