Así de Religiosa

A pesar de que en su momento “te apuesto lo que quieras a que yo nunca llego a ser así de religiosa”, ese día tuve que reconocer que hasta las ollas de mi cocina cambiaron…

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Judi Rimon

Posteado en 05.04.21

A pesar de que en su momento “te apuesto lo que quieras a que yo nunca llego a ser así de religiosa”, ese día tuve que reconocer que mis amigos, mi ropa y hasta las ollas de la cocina habían cambiado…

Así de religiosa

El día que me di cuenta de que había dejado de comer milanesa a la napolitana y que prefería pasar por la Yeshivá aunque fuese la hora de la novela de Andrea, tuve que aceptar que mis predicciones habían fallado, porque a pesar de que en su momento “te apuesto lo que quieras a que yo nunca llego a ser así de religiosa”, ese día tuve que reconocer que mis amigos, mi ropa y hasta las ollas de la cocina habían cambiado.
 
A todos los Baalei Teshuvá (aquellos que se volvieron religiosos, quienes toman el camino de la fe) nos llega el instante en el que nos decimos “el que fui ya no soy” y ese es el momento de “la limpieza del placard”, una tarde en la que rompemos las fotos en Punta o en Cancún, quemamos cartas y tiramos los pantalones de cuero. Yo ese día junté todos mis escritos personales y los guardé en una caja de cartón que cerré con cinta de embalar para sellar la idea de no volver a abrirla jamás. Lo pasado pisado, me dije: "¡adiós y  hasta nunca!".
 
Y allí terminaron las negociaciones: la que fui firmó el pase y la que soy se puso muy orgullosa la camiseta nueva. Lo que no sabía era que habría una revisión de contrato, aunque de haber prestado atención a las letras chiquitas hubiese descubierto la cláusula que estipula que una de las grandes pruebas por las que tiene que pasar un Baal Teshuvá es desprenderse interiormente de su pasado.
 
Mi padre llegó de visita hace unos meses y cuando empezó a desarmar sus valijas yo solo esperaba la concreción de mi anhelo: “Papi tráigame alfajores” le había pedido muy en concordancia con el nivel espiritual del momento, pero en cambio, la caja que me entregó no contenía nada dulce.
 
No hay que ser Sherlock Holmes para darse cuenta de que si primero cuento la historia de una caja que no quería volver a abrir y después la de un regalo inesperado, estoy hablando de lo mismo, pero no se equivoquen, porque lo que recibí no fueron sólo hojas mecanografiadas en una remington que hoy se vendería como antigüedad, sino que mi papá me entregó la comprobación de que muchas cosas que yo creía superadas, no lo estaban. Si “la que fui ya no soy” estaba tan bien asentada, ¿cómo podía ser que cada frase que releía en esos escritos resonara sospechosamente en mi cabeza?
 
Sé que quieren que les cuente lo que dicen esos papeles amarillentos, pero créanme que no vale la pena porque no son más que el blog de una adolescente de hace veinte años: unos mensajes al futuro cargados de emociones en bruto; algunas veces, proféticos: “Si mientras estás leyendo esto, tienes puestos zapatos acharolados, eres una frívola sin retorno”; otras veces categóricos: “ama de casa nunca, ama de casa jamás”; y en la mayoría de los casos, cruciales: “si no vas a hacerlo bien, no lo hagas”.
 
Todo esto vino a demostrarme que no hay caja que pueda ocultar lo que está grabado en la memoria. No me gusta reconocer que esas frases todavía me martillan la cabeza porque si es triste darse cuenta de que uno sigue pensando como un niño, más triste es darse cuenta y no hacer nada al respecto. Llega un momento en el que hay que completar aquella limpieza y asegurarse de que todo lo que se haya tirado, quemado o sellado por afuera, también haya desaparecido de adentro. 
 

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1. rajel

3/24/2011

asi es.. asi es..seguimos siendo las mismas,en algunos aspecto (espero!) mejoradas,pero las bases son las mismas..por eso dicen q cambiar UNA mida puede ser el trabajo de toda una vida!!

2. rajel

3/24/2011

asi es..seguimos siendo las mismas,en algunos aspecto (espero!) mejoradas,pero las bases son las mismas..por eso dicen q cambiar UNA mida puede ser el trabajo de toda una vida!!

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