Corre por tu vida

De repente, un hombre mayor, bajito, viene corriendo y se acerca a él. Es su padre. “No tienes que hacer esto”, le dice

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Yehudit Channen

Posteado en 15.03.21

Hay un video motivacional que me encanta. Cada vez que lo miro me pongo a llorar. En el video se ve a Derek Redmond, un joven atleta corriendo en los Juegos Olímpicos de 1992 en Barcelona. Él, junto con los demás atletas, comienzan las semifinales de 400 metros. La forma en que corren es algo increíble: los brazos y las piernas largos y fuertes se mueven tan rápido que es algo fascinante.

 

Derek estaba a punto de ganar, pero de repente grita en agonía, doblándose como un pretzel mientras se le rompe el tendón de la corva. Mientras tanto, los otros atletas lo dejan en el polvo…

 

Enseguida van a atenderlo hombres con una camilla lista para sacarlo de la pista. Pero él los ignora, se pone de pie y sigue avanzando, con una pata rengueando y un aspecto agonizante, patético e increíblemente desafiante.

 

De repente, un hombre mayor, bajito, viene corriendo y se acerca a él. Es su padre. “No tienes que hacer esto”, le dice su padre, mientras va trotando al lado de su hijo rengueando.

 

“Sí tengo que hacerlo”, le responde Derek.

 

Su padre le dice: “Ok, entonces lo haremos los dos juntos”. Le pone el brazo sobre sus hombros y lo sostiene. Derek mira a su padre y se pone a llorar. Su desazón es evidente. Su padre hace señas con las manos a los hombres que les dicen a él y a Derek que salgan de la pista.. Y a uno de ellos le grita que se vaya. La mirada de su hijo está llena de desesperación y enseguida entendemos lo mucho que quería ganar esta carrera.

 

Podemos imaginarnos los años de entrenamiento que este campeón británico había dedicado con tanta devoción y la emoción que debió haber sentido al ser un finalista olímpico. Quién sabe cuántas cosas dejó de lado para poder dedicarse de lleno al deporte. Y apenas unos minutos antes de terminar, se le desgarra un músculo y queda fuera de competición.

 

Derek y su padre siguen caminando.

 

Pero ahora Derek ya está más calmo. Ya no llora. Simplemente sigue caminando con su padre a su lado. Y entonces le cambia el rostro. Se da cuenta de que hay cámaras sobre él, que miles de personas lo están mirando. Entonces recobra su compostura y vuelve a tener confianza. Su padre sigue a su lado. No hablan.

 

Cuando Derek llega a la línea de arribo, 150 000 personas se ponen de pie y lo aplauden. Recibe más atención que el ganador y se convierte en un modelo de tenacidad. Derek sabía que no tenía forma de ganar. Entonces ¿para qué siguió?

 

Derek Raymond, en los pocos segundos que se quedó tirado en la pista, debió haber decidido que ganar significaba llegar a la meta, no importe lo que pase. Ya no podía ser el corredor más veloz. Lo principal era llegar a la línea final, no darse por vencido. Derek se transformó en un héroe. Con la ayuda de su padre y de su amor incondicional.

 

Cuando realmente queremos lograr un objetivo, si nos negamos a darnos por vencidos a pesar del dolor, con la ayuda de Dios, nuestro Padre, podremos llegar a la meta y todos los ángeles nos aplaudirán.

 

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1. Amauri Jiménez

7/12/2018

Saludos

Vi el vídeo y también me conmocionó.

2. Amauri Jiménez

7/12/2018

Vi el vídeo y también me conmocionó.

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