Duros y dulces

Cuando yo tenía dieciocho años, vine a Israel y realicé un gran descubrimiento. Ya a las pocas horas me di cuenta de que los israelíes no eran “guau”.

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Yehudit Channen

Posteado en 17.03.21

Cuando yo tenía dieciocho años, vine a Israel y realicé un gran descubrimiento. Ya a las pocas horas me di cuenta de que los israelíes no eran “guau”. Para mí, una consentida adolescente norteamericana, toda demostración de emoción en público era avergonzante. En el lugar de donde yo venía, la gente hacía un esfuerzo consciente por lucir impasible todo el tiempo. Yo me quedé fascinada mirando en la Plaza Dizengoff cómo los taxistas gritaban, los soldados se abrazaban y las jóvenes gritaban desde los autobuses a las amigas en la calle.

 

Miraban fascinada cómo los israelíes discutían mientras tomaban café; ofrecían consejo no pedido a mujeres embarazadas y se quejaban en voz alta de la mercadería y de los precios en el mercado. A veces me quedaba parada para mirar una discusión en la calle o me sentaba más cerca de dos personas que discutían en el autobús. Me maravillaba cómo los israelíes eran capaces de pasar de una emoción a otra con tanta fluidez. Muchas veces vi confrontaciones que parecían estar al borde de la violencia y que al final terminaban en medio de risas y abrazos. No me podía imaginar algo así en Norteamérica, pero acá en Israel era algo de todos los días.

 

Me llevó mucho tiempo aprender a no ofenderme cuando alguien me gritaba y entender que los israelíes son en su mayoría personas muy cargadas de emociones y que no les da vergüenza expresar su enfado…

 

No siempre es fácil vivir en un medio así. A veces te da casi un ataque de nervios. Pero ¿qué se puede esperar de personas que viven constantemente al borde? Cuántos padres israelíes tienen hijos en el ejército… La preocupación que deben sentir…. Las parejas jóvenes enfrentan enormes desafíos financieros debido a la baja paga y los alquileres tan altos. Las familias religiosas con muchos hijos necesitan una fortuna para pagar el colegio y las bodas. Todo eso, fuera de la siempre presente amenaza de los atentados terroristas en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia…

 

Cada vez que vuelvo a Norteamérica me sorprende la relativa actitud relajada que hay allá. La gente que trabaja en los negocios es amable y cordial. Las compras son una experiencia agradable y no tienes la necesidad de regatear el precio. Si alguien se choca conmigo, me pide disculpas. Allí nunca se fijan si tengo armas al entrar a un negocio. No hay soldados a la vista y no tengo que vivir alerta de personas u objetos sospechosos. Los clientes esperan con paciencia cuando hacen cola y no se empujan, como sucede aquí. En breve: son mucho más civilizados. Pero a mí me aburre, le falta la Providencia Divina. En Israel no puedes sobrevivir si no tienes sentido del humor y en muchos casos es o bien reír o bien llorar. Una vez iba en un taxi y el chofer iba a toda velocidad. Por fin le dije que la forma en que conducía me daba miedo. Él me respondió: “Cierre los ojos y trabaja en tu emuná”.

 

En Israel la vida puede ser muy dura y las emociones están siempre presentes. La primera vez que estuve en Jerusalén cuando explotó una bomba, yo estaba a punto de encontrarme con mi hija de doce años para llevarla al dentista. La explosión ocurrió en una calle cerca de la parada de autobús de ella. El explosivo ensordecedor fue seguido de un caos total. Una joven adolescente vestida con jeans se desplomó en la vereda y se puso a llorar. Una mujer con pañuelo la sacó de allí. La gente corría en todas direcciones. Yo sentí terror por mi hija. Ahogada del miedo, entré a un negocio donde vendían sombreros y le pedí al dueño si podía usar el teléfono. Enseguida él me dio el teléfono y me trajo un vaso de jugo. Y se quedó a mi mi lado hasta que confirmé que mi hija había llegado al consultorio del dentista y también se alegró conmigo al enterarse de que mi hija estaba bien. Y también insistió en que me quedara en el negocio unos minutos más por si llegaba a explotar una segunda bomba. Yo le di las gracias por su amabilidad y compasión. No esperaba menos. Él es mi hermano israelí.

 

Los judíos son una familia y en el subconsciente todos lo sabemos. Es por eso que estamos tan conectados entre sí, para bien o para mal.  A veces puede resultar molesto pero los israelíes son la gente que quiero tener a mi lado cuando las cosas se ponen difíciles. Porque tienen el corazón más cálido y eso es lo más “guau” que puede haber!

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1. Nieves Foncillas

4/28/2017

En breve: son muchos más civilizados … ¿really?

Estados Unidos cuenta con el índice de población encarcelada más alta del mundo, solo comparable a los regímenes comunistas. El porcentaje de muertes de civiles por arma de fuego es escandaloso para una nación supuestamente desarrollada. La mayoría de los norteamericanos no cree en el calentamiento global y etc, etc, etc. Me alegro de no cuadrar en ese modelo civilizado, y parece que usted está fuera de las estadísticas también. SHALOM. Española residente en TX.

2. Anónimo

4/28/2017

Estados Unidos cuenta con el índice de población encarcelada más alta del mundo, solo comparable a los regímenes comunistas. El porcentaje de muertes de civiles por arma de fuego es escandaloso para una nación supuestamente desarrollada. La mayoría de los norteamericanos no cree en el calentamiento global y etc, etc, etc. Me alegro de no cuadrar en ese modelo civilizado, y parece que usted está fuera de las estadísticas también. SHALOM. Española residente en TX.

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