El submarino amarillo

¿Cuántas veces en la vida nos pasan cosas malas? ¿Cuántos momentos, horas, días, vivimos temiendo que las peores pesadillas se hagan realidad?

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David Ben Horin

Posteado en 15.03.21

El agua puede ser un lugar muy peligroso. Imagínate cómo es caminar medio kilómetro desde la costa del Pacífico a las profundidades del océano. Al principio, el agua es tibia y superficial. Tal vez alguna medusa aquí o allá, pero como mucho, vas a encontrar una ocasional tortura marina o algas.

 

Sigue caminando.

 

Digamos que eres capaz de mantener la respiración lo suficiente como para caminar ese medio kilómetro. A medida que avanzas, el agua se vuelve más fría y los peces, más grandes. Ya no oyes nada a tu alrededor y una leve presión comienza a formarse en torno a tus oídos.

 

Continúa hasta que hayas llegado a la mitad de camino. Estás a decenas de metros debajo de la superficie. El agua está congelada y todo tu cuerpo sufre la presión. Ahora ves tiburones, anguilas eléctricas y enormes mamuts con dientes más grandes que toda tu cabeza.

 

Ahora llegaste al fondo. El agua es puro hielo. La presión casi te hace implosionar. A tu alrededor hay monstruos marinos que te pueden tragar vivo. La superficie del océano está tan arriba que ni siquiera logras ver el sol reflejado en el agua.

 

Cuanto más profundo entras, más miedo te da. Cada decena de metros implica un nuevo grupo de problemas.

 

El estabilizador

 

¿Qué sucedería si hicieras lo mismo pero usando un pequeño submarino?

 

No importaría si estuvieras a 10, 100 o incluso 1000 pies bajo el agua. La temperatura sería siempre la misma. La presión sería la misma. La amenaza de las anguilas eléctricas sería más o menos como la de las tortugas. No tienes necesidad de tener miedo de la profundidad. Nadie fuera de las paredes del submarino puede penetrar ni llegar a ti.

 

Lo que alguna vez fue un viaje aterrador y hasta mortal ahora se ha transformado en un viaje de placer.

 

Esta es la historia de tu vida.

 

Nuestro submarino impenetrable

 

¿Cuántas veces en la vida nos pasan cosas malas?

 

¿Cuántos momentos, horas, días, vivimos temiendo que las peores pesadillas se hagan realidad?

 

Incluso cuando sí nos atrevemos a hacer algo, cuanto más profundo llegamos en la búsqueda de nuestro objetivo, más grandes se vuelven los peligros y más portentosas las consecuencias. La pregunta no es si vamos o no vamos a enfrentar problemas. La pregunta es solamente cada cuánto y qué tan terribles van a ser.

 

El agua es aterradora, helada, profunda. Y el submarino es nuestra emuná (fe) en Hashem.

 

La fe en Hashem es cuando sabemos que Él nos envió los problemas y, por lo tanto, Él también nos puede enviar las soluciones. Él hizo todo esto por nuestro propio beneficio. Los problemas que nos envía a cada paso de nuestro viaje por la vida son para que podamos crear soluciones y superarnos cada vez más.

 

Las dificultades que Él nos pone son para limpiar nuestras almas en este mundo, para que no quede nada de débito en nuestra cuenta para el Mundo Venidero. Ellas sirven también para que tengamos humildad y podamos tener una relación real y verdadera con Hashem, en vez de pensar que tenemos el control y que podamos “arreglárnoslas solos”. Las dificultades nos impulsan a darles las gracias y nos dan la oportunidad de hacer algo real en este mundo, al rectificar el alma y acercar la Redención. Y además nos permiten valorar las cosas que Hashem nos da cada día.

 

Cuando recordamos que todo proviene de Hashem y todo es para bien, entonces lo malo no puede dañarnos. Sigue estando allí, como los monstruos marinos y el agua helada, pero por dentro de nuestro “submarino” de emuná nada puede impactarnos.

 

En Los Deberes del Corazón se nos explica que no debemos ver ninguna diferencia entre lo bueno y lo malo. En el Código de Leyes Judías, se nos ordena que demos las gracias a Hashem por lo bueno y por lo malo, porque todo proviene de Él con bendiciones implícitas.

 

La emuná en Hashem frente a la adversidad nos posibilita ver lo bueno en todo y nos protege de todo aquello que pretender hacernos daño. Porque dentro de este submarino amarillo, estás solo tú y el Propio Hashem. Hashem está al control y nada, NADA, puede sucederte a menos que Él así lo disponga, y si Él lo dispone, ciertamente es para tu propio bien!

 

      

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1. Bruno Ravina Moreno

9/01/2019

Hashem es una inteligencia suprema. No todo lo malo puede venir de ÉL, solo aquello que efectivamente edifique. El Holocausto no edificó a 6 millones de creyentes, en especial niños menores de 8 años considerados inocentes, por si hubieran algunos que en verdad lo ofendieron. Ergo, al submarino le caen misiles, como los que caen o son detenidos por el escudo anti misiles, y no creo que sirvan, para nada, que no sea control de emociones frente a peligro de muerte real. De hecho murieron ya varios y eso no tiene nada de edificante. La guerra es odiosa, Hashem no quiere muertos sino arrepentidos, que entendieron. Solo eso, hay demasiada maldad y no todo es Hashem.

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