¿Eres Feliz?

Una vida que es más pequeña que la persona viviéndola, es en esencia una vida que no merece ser vivida…

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Moisés Waisberg

Posteado en 17.03.21

Una vida que es más pequeña que la persona viviéndola, es en esencia una vida que no merece ser vivida…

¿Eres Feliz?

Uno de los conceptos más impresionantes del judaísmo es que “la acción es lo principal”; para la mayoría de las personas resulta incomprensible y hasta paradójico que una religión profunda, plagada de mística y trascendencia,  esté simultáneamente centralizada en la acción.

El mundo en el que vivimos ve la acción como algo inferior y efímero en tanto que la filosofía y la intelectualización son percibidas como los canales de trascendencia del hombre. Sin embargo la verdad es contraria a esta aparente tesis: cuando una persona está enfocada intelectualmente en un ideal y se siente completamente motivada por el mismo, entonces debe descubrir que tiene un valor más grande que su propia existencia. De hecho, la acción resulta de descubrir que los valores que profeso son mucho más legítimos que mi propia identidad.

Esto nos permite entender cuál es la esencia de la felicidad: ser feliz implica que las cosas que valoro son realmente más importantes que yo. Pues mientras que la validez de mis metas esté definida por la comodidad que me proporcionan, es evidente que estoy atrapado en mí mismo y por consiguiente la felicidad está condicionada a la manera en que yo pueda integrar en mi percepción y términos la situación que la vida me presenta.  Esto significa que puedo estar feliz si la vida se adapta a mi expectativa, pero no puedo ser feliz independientemente de los elementos externos.

Obviamente las personas queremos ser felices, pero no hemos entendido qué es la felicidad: es curioso porque realmente la felicidad nos engaña, pues posee dos polos opuestos. Me refiero a que si preguntas a cualquier persona qué es la felicidad, es probable que recibas respuestas como: “es cuando la vida te satisface”, “es cuando te sientes lleno”, “es la sensación positiva que recibes de saber que todo está en orden”. Sin embargo, por extraño que parezca, esa es la causa de la infelicidad en el mundo, no de la felicidad. Para entender:

¿Cuál es el denominador común de todas las definiciones que presenté? El denominador común es que todas parten de la premisa de que la vida es buena porque se adapta a las paredes de mi expectativa natural, en otras palabras: yo soy más grande que la vida que estoy viviendo y por eso ella tiene que encajar conmigo y respetar la definición previa que poseo.

Pero la verdad es lo contario: una vida que es más pequeña que la persona viviéndola, es en esencia una vida que no merece ser vivida. Porque la premisa primordial es que el alma descendió a este mundo; así que cualquier esfuerzo por simplemente estar cómodo, es un desperdicio de tiempo, porque esa comodidad resulta insignificante al contrastarla con la condición del alma en los planos supremos.

La verdadera definición de la felicidad a mi humilde parecer es más o menos la siguiente: cuando el ser humano descubre que aquí en este mundo existen una serie de oportunidades maravillosas, entonces deja de vivir según su propia definición y comienza a cultivar el anhelo de descubrir los secretos que impulsan a un Ser inmortal a crear una realidad inferior. Es ahí que el hombre elige buscar el valor y la grandeza que justifican su existencia, y en la medida que desarrolla la disposición de que la vida es más grande que él y se propone vivir más allá de sus propias percepciones, con la certeza de que cuando la luz no brilla dentro de sus cuatro dedos de frente debe provenir de un lugar superior; entonces puede ser feliz. Porque ha conseguido tener la iniciativa de desenmascarar al Creador y de conocer íntimamente el deseo inmortal que impulsa la existencia y justifica la presencia de su alma en esta realidad inferior.

Ahora podemos ver por qué  la acción es el eje de la trascendencia ejemplar que define al judaísmo: porque la comodidad es el estado de aquél cuya vida es más pequeña que él, o del mismo tamaño; eso es lo que le lleva a sentirse lleno, satisfecho y a ver todo en orden. Pero, aquellos que desean una vida de crecimiento y trascendencia, reconocen que cuando las cosas son más grandes y más valiosas que su contextura natural, entonces es indispensable salir de uno mismo, flotar por encima de las paredes de la propia expectativa en aras de las verdades maravillosas que justifican el descenso de nuestra alma.

El instante en que te encuentras cara a cara con una verdad tan valiosa y auténtica, que justifica abandonar tu comodidad y escapar tu definición; has conseguido ser feliz, porque ya no vives en función de tu finitud, sino en virtud del infinito inalterable. Por consiguiente las circunstancias no te victimizan y los factores externos no controlan tu estado de ánimo, porque en ese momento te percatas del secreto máximo: “el hecho de que yo no sepa percibir la luz en mi vida, es un indicio de que se trata de una luz que justifica seguir viviéndola”.

Así transformas la crisis en el catalizador de trascendencia, eliminando por completo toda forma de depresión y aprendiendo a aceptar que vivir para algo más grande que tú es la única manera de ser feliz; en palabras más simples: “si no hay nada por lo que estarías dispuesto a dar tu vida, entonces todavía no estás realmente vivo”.

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1. Maria Teresa

12/11/2019

Hace algún tiempo , intuí esta gran Verdad !!! Aún no he podido salir de mi “pequeño Yo” sigo tratando de ver La Luz en Todo , Oro en todo momento por ello Gracias por escribir este artículo!!!

2. Albino

5/05/2018

OPINION

Palabras muy elevadas para mi, no entendí casi nada, mas bien nada.

3. Albino

5/05/2018

Palabras muy elevadas para mi, no entendí casi nada, mas bien nada.

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