Aumentando la Alegría

La consecuencia directa de aferrarse a HaShem es la alegría; y es un maravilloso círculo vicioso, porque cuanta más alegría uno tiene, más se acerca a HaShem…

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Rabino David Charlop

Posteado en 17.03.21

La simjá, o sea, la verdadera y genuina alegría, es básicamente un poderoso estado emocional que refleja un profundo sentimiento de dicha, a diferencia de las sensaciones placenteras relacionadas con la claridad o el entendimiento intelectual (las dos pueden relacionarse, pero en general, la simjá se encuentra en el corazón, no en la mente). Una vez dicho eso, me gustaría ahondar en el concepto y en forma particular en la forma en que se lo aplica en este versículo.

Sabemos que existen muchos preceptos y requisitos que se exigen de la persona judía que trata de vivir su vida en forma honesta y en concordancia con el Creador. La Torá y el Talmud se refieren en forma extensiva a la importancia de muchos de los preceptos específicos que se exige que cumpla. En ninguna parte figura una orden explícita de estar alegres o una prohibición explícita de estar tristes. Tanto la cualidad elevadora de la simjá y los efectos negativos de la tristeza o la depresión son obvios. Pero dado que no están legislados, ¿por qué se exige tanto que uno rinda cuentas?

El gran comentarista del siglo 14, Rabenu Bejaie, nos enseña una gran lección. Él explica que los preceptos tienen dos componentes por separado –el primero es el acto en sí mismo y el segundo es la actitud que uno tiene hacia el precepto. Porque uno puede cumplir con todos los detalles del precepto pero a pesar de eso el precepto puede estar absolutamente falto de sentido, como un cuerpo sin un alma. El precepto que se lleva a cabo con simjá no es simplemente la mejor forma de realizarlo sino que es un componente esencial. La pregunta es ¿Por qué?

En nuestras plegarias de RoshHashaná, entonamos las poderosas palabras de “seremos como los hijos de HaShem o seremos únicamente como siervos? El siervo lleva a cabo las órdenes de su amo. Su actitud positiva, si bien es útil, no define la relación. Por su parte, la relación padre-hijo únicamente tiene significado cuando hay amor y cariño de por medio. Sin eso, la conexión apenas si es mejor que la de amo-siervo.
Sin embargo, existe una diferencia obvia y esencial entre la relación de amo-siervo y la de padre-hijo. Y es que el amo no tiene ningún reparo en tener una relación superficial e impersonal con su sirviente. Pero en el caso del padre, esta opción está muy lejos de ser la ideal…

Hacer preceptos sin alegría es reducir nuestra conexión con nuestro Padre Celestial a un nivel meramente técnico. De ser hijos, pasamos a ser siervos. Rabenu Bejaie dice que así como existe recompensa y castigo para el cumplimiento o incumplimiento de los preceptos, del mismo modo existe recompensa y castigo si los preceptos que realizamos están llenos de alegría o no. La razón debería ser clara: es que si no cumplimos los preceptos con alegría, entonces habrá consecuencias negativas, porque si bien estamos siendo buenos siervos, estamos perdiendo nuestra cercanía con HaShem.

¿Y qué pasa si no sentimos esa conexión? ¿De dónde se supone que debemos obtenerla? Los comentaristas afirman que la palabra simjá (en hebreo: sin-mem-jet) se relaciona con la palabra tzemaj (tzadik-mem-jet), que significa crecer y florecer. El resultado natural y orgánico de la vivir de acuerdo con los mandatos de la Torá es el aumento de la alegría. Dice el Rey David: “para aquellos de corazón derecho hay simjá”. A veces hace falta tiempo para que la planta crazca, pero si la regamos y la cuidamos, vamos a ver cómo crece y florece.

Ojalá todos podamos llenarnos el corazón de simjá, de verdadera y genuina dicha, cumpliendo la voluntad del Creador y que podamos realmente vivir la dicha de ser los hijos de HaShem!
 
 

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