Tratando de ser Dios

Por lo general, los libros de “autoayuda” están llenos de exhortaciones a los lectores a que “ignoren sus limitaciones” y se jueguen el todo por el todo

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Dr. Zev Ballen

Posteado en 05.04.21

Por lo general, los libros de “autoayuda” están llenos de exhortaciones a los lectores a que “ignoren sus limitaciones” y se jueguen el todo por el todo; ¡que no dejen que nada se les interponga en el camino! Es posible que eso funcione (por un tiempo) si uno es joven y sin experiencia, pero aquellos con más años y más sabiduría de vida saben que todos tenemos nuestros límites y que simplemente no podemos ir más allá de ellos – a menos que pongamos a Dios en la escena.

 

Dios quiere que veamos que Él es el Único en todo el universo que no tiene límites en absoluto. Nos cuesta admitir esto, pero no somos Dios. Tenemos nuestros límites. Si una mujer se pasa todo el tiempo de compras con sus amigas y paseando y haciendo actos de beneficencia en su comunidad, entonces no le va a quedar tiempo para estar con sus hijos. Todo su “dar” se limita a personas de afuera.

 

La limitación opuesta también es un problema. Si una mujer está solamente con sus hijos; si solamente puede pensar en ellos y no puede pensar en nadie más; si solamente puede hablar de sí misma y de los logros de sus hijos, entonces sus hijos van a ser unos malcriados. Ella está arruinando sus vidas y la suya propia.

 

Entonces cómo podemos saber qué límites hay que poner?  A qué renunciar, a qué aferrarnos, de qué olvidarnos, qué elegir?

 

¿Cómo enfrentamos el problema existencial de sentirnos demasiado “libres” que nos lleva a la abrumadora sensación de tener demasiadas opciones? La respuesta es que Dios quiere que tengamos una sola opción ahora mismo, que es tener fe en Él. Él quiere que sepamos que tenemos solamente este momento, y que veamos toda la belleza que creó a nuestro alrededor. Si vivo este momento a pleno, voy a poder realmente disfrutar de un soplo de aire fresco por primera vez en mi vida. Voy a poder oler la fragancia de las hierbas y las flores.

 

Dios quiere que sepa que ser una persona “multitarea” no es bueno para mí; que es peligroso tanto para mi alma como para mi organismo. Cuando me enfoco en distintas cosas al mismo tiempo, me pierdo a mí mismo y me convierto en un robot súper eficiente. La Mala Inclinación estaría muy feliz de hacer de todos nosotros “robots religiosos exitosos” que se niegan a tomar conciencia de que se están matando a ellos mismos.

 

Conozco a un psiquiatra que es un especialista en la multitarea. Es capaz de hacer literalmente catorce cosas a la vez y además está orgulloso de eso. Pero también tiene un carácter muy violento y hace ya años que tiene peleas con su familia. Les grita como loco y después se sienta a comer lentejas y brotes porque se considera a sí mismo un “aficionado del naturismo”. Después engaña a su mujer y va a hacer gimnasia y acaba excediéndose y lastimándose.  Entonces ayuna para arrepentirse de sus faltas y termina ayunando de más y enfermándose. Es muy irónico, pero esta vida robótica que lleva sin emuná lo lleva a decenas de comportamientos que en realidad le están poniendo en peligro la salud. Si alguien va y trata de explicarle lo que se está haciendo a sí mismo y a sus hijos, no sólo que va a negar de plano su problema, para el cual necesita ayuda urgente, sino que es tan convincente que incluso va a persuadir a los demás de que su estilo de vida es muy bueno y que tiene sus buenos motivos para abusar de los demás y de sí mismo en la forma en que lo hace. Tal vez el doctor no lo sepa, pero no Le está dejando a Dios otra opción más que darle una fuerte “llamada de atención” para ayudarlo a que encuentre el camino de retorno a la cordura.

 

Otra persona que conocí, una mujer de cincuenta años, ya recibió esa “llamada de atención” y aprendió (por las malas) a aceptar los límites que trae el hecho de ser solamente un ser humano y no Dios. Esta mujer fue bendecida con una mente brillante y un carácter muy agradable que le posibilitaron ascender muy rápido en la compañía en la que trabajaba. El problema es que debido a la política de difamaciones y de machismo y debido al estrés que empezó a tener mientras escalaba la escala corporativa, ella pagó por su “éxito” con dos ataques al corazón. La mujer se dijo a sí misma de que estos infartos eran algo “de menor importancia” y que eran parte del precio que tenía que pagar por poder ascender. Para cuando el médico le aconsejó que viniera a verme, ella ya había sido designada vicepresidente de la compañía, con un departamento de 200 empleados a su cargo. A propósito, el hombre que había ocupado ese mismo puesto antes que ella había muerto de un infarto. Sin tener a Dios en su vida, esta mujer no lo pensó dos veces y aceptó este puesto letal. Entonces le dio un tercer infarto y este sí que casi la manda al otro mundo. Ahora se vio forzada a renunciar y replantearse su vida. Aprendió a tener emuná y empezó a hablarle a Dios a diario en plegaria personal. Transformó todas sus costumbres nocivas en buenas costumbres y usó toda su inteligencia y toda su creatividad para ser una autora de renombre.

 

La prueba de la emuná suele ser más difícil para la persona de alta inteligencia que para la persona más simple, tal como apreciamos en el cuento de Rabi Najman: “El sofisticado y el simple”.  Afortunados de aquellos que descubren a Dios y logran dar vuelta sus vidas cuando todavía están a tiempo.

 

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