Un Depositario Fiel

Quien tiene fe sabe, que todo lo que posee y el dinero que le llega, no le pertenece, sino que le es entregado por el Creador para que lo utilice correctamente según la fe...

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Rabino Shalom Arush

Posteado en 06.04.21

La Fe y los Rasgos del Carácter – La Avaricia #3:

 
Quien tiene fe sabe, que todo lo que posee y el dinero que le llega, no le pertenece, sino que le es entregado por el Creador para que lo utilice correctamente según la fe
 
 
Gastos reconocidos
 
En el mismo instante que el hombre gasta dinero para el cumplimiento de un Precepto Divino, incluyendo el honrar a su mujer y a sus hijos, se revela su confianza en el Creador y no en su dinero. Ese hombre sabe que debido a que gastó dinero para cumplir con la Voluntad Divina, con seguridad no se le causará ninguna privación.
 
Un hombre que da caridad, es considerado como quien presta al Creador Mismo, como está escrito (Proverbios 19:17): “El que es benevolente para con los pobres – presta al Eterno”, y el Creador debe reembolsarle ese dinero.
 
Es una de las razones por las cuales el que dona el “diezmo”, la décima parte de sus ganancias, tiene el mérito de enriquecerse, porque al ser caritativo con el dinero que el Creador le da, Él continúa prodigándole Sus beneficios.
 
Existe también la regla siguiente: “Todo el que se compadece de las criaturas, se compadecen de él en el Cielo”. En el Cielo se conducen con el hombre “medida por medida”, por lo tanto, si el hombre se comporta cruelmente, se conducen con él también así desde lo Alto, y la Misericordia Divina se aparta de él. Entonces seguro que conocerá grandes desgracias a causa de su crueldad, y no podrá gozar más de su dinero.
 
En resumen, el hombre creyente siente alegría al gastar su dinero en todo lo que conforma la Voluntad del Creador.
 
Un depositario fiel
 
Quien tiene fe sabe, que todo lo que posee y el dinero que le llega, no le pertenece, sino que le es entregado por el Creador para que lo utilice correctamente según la fe. Desde luego, como todo depositario fiel, ese hombre sopesa convenientemente cómo utilizar ese dinero según la Voluntad de su Dueño. Cuando el Creador comprueba que es un depositario fiel y que utiliza el dinero correctamente, lo designa intermediario de la abundancia y de la Misericordia para Sus criaturas. Deposita en este hombre dinero para que lo distribuya convenientemente – una parte para la subsistencia de su familia, y la otra para las necesidades de los demás.
 
Sin embargo, un hombre cuya fe está ausente o es débil, cree que el dinero es un bien propio, que lo puede utilizar como le plazca y no lo distribuye a quien lo necesita, entonces el Creador ve que es imposible confiar en él, y decide a veces recuperar ese dinero para depositarlo en las manos de otra persona.
La siguiente historia demostrará lo antedicho:
 
Un día, un gran maestro espiritual recibió la visita de un pobre hombre que debía casar a su hija y necesitaba una gran suma de dinero. El maestro lo envió a la casa de un hombre rico con una carta, donde le pedía darle al pobre la suma que necesitaba para casar a su hija.
 
El pobre se presentó al hombre adinerado y le entregó la carta, éste, al leerla, se ofendió y enfureció.
 
Luego se volvió hacia el pobre con rabia y le dijo: “¿Quién se cree que es tu maestro para exigir una suma tan importante de mi dinero? ¿Y por qué tengo que obedecerle? ¡Si me pidiera cortésmente darte una suma más razonable, lo comprendería, pero él me ordena lisa y llanamente darte esta suma, como si fuera el propietario de mi dinero! Ve y dile que no estoy obligado a obedecerle”.
 
El pobre salió avergonzado de la casa, volvió a su maestro y le contó lo sucedido. El Justo suspiró, y le ordenó ir a casa de uno de sus discípulos y decirle que le ordenaba darle una determinada suma, la cual era mucho más pequeña que la pedida al hombre adinerado.
 
El hombre pobre se acercó a la casa del discípulo y vio que vivía en una casa ruinosa. Era evidente que no podría darle incluso una suma tan pequeña. Sin embargo, cumplió lo mandado, entró en la casa y le transmitió las palabras del Justo.
 
Tan pronto como el discípulo escuchó que el maestro le ordenó darle al pobre esa suma, se levantó con diligencia y exclamó: “¡Seguro, seguro! ¡El Justo lo ordenó! ¡Voy a ver qué puedo hacer! Siéntate aquí y descansa; voy a recolectar el dinero que necesitas”.
 
Inmediatamente informó a su mujer la orden del maestro. Hablaron entre ellos durante unos minutos y decidieron que ella buscaría en la casa algo para vender y que durante ese tiempo, él se apresuraría a invitar a los habitantes y comerciantes de la ciudad, a participar en el cumplimiento del Precepto de ayudar a realizar la boda de una joven pobre.
 
Dos horas más tarde, el discípulo volvió y en sus manos traía una considerable suma. La juntó con el dinero que su mujer había conseguido a cambio de la venta de objetos de plata que tenían desde su matrimonio, y he aquí – el dinero recolectado correspondía exactamente a la suma que el maestro había ordenado dar al hombre pobre.
 
El discípulo y su mujer se regocijaron mucho por haber tenido la oportunidad de cumplir ese gran Precepto, satisfaciendo al mismo tiempo la voluntad del Justo. El pobre también estaba muy feliz por el buen corazón y la generosidad de la pareja. Fue a recolectar el dinero que todavía le faltaba y, poco tiempo después, pudo casar a su hija dignamente.
 
Después de un tiempo, aumentó la buena suerte del discípulo que tan prontamente ayudó, comenzó a tener éxito en todas sus empresas y se hizo muy rico. En cuanto al hombre rico que no obedeció al Justo, tuvo un revés de fortuna hasta perder finalmente sus propiedades y, poco tiempo después, se empobreció.
 
Entonces su mujer le dijo: “Todo esto es en castigo por haber desobedecido al gran maestro espiritual, y por haberte comportado insolentemente. Anda a verlo y pídele perdón, tal vez esto lo apaciguará y nuestra situación y sustento mejorarán”.
 
El hombre escuchó a su mujer y se apresuró a visitar al Justo, avergonzado y con la cabeza baja. El maestro lo recibió con benevolencia y le preguntó la razón de su visita.
 
El rico caído en desgracia le dijo: “Mi señor, perdóname por haberte deshonorado y ofendido”.
 
El Justo le respondió: “¿De qué ofensa estás hablando?”.
 
“Desprecié la orden de su señoría”, respondió el hombre, “me negué a darle al pobre la suma que necesitaba, y por eso he sido castigado con la pobreza”.
 
Le dijo el maestro: “Ah… ¿eso?, no es un castigo, sino que abusaste de tu cargo”.
 
“¿Abusé de mi cargo? ¡¿Qué cargo?!”, preguntó el hombre asombrado.
“Voy a contarte algo”, replicó el maestro.
 
“Antes que mi alma descendiera a este mundo, quisieron en el Cielo darme riquezas y que viva con fortuna y honores. No obstante, me negué, alegando que al ocuparme del dinero y los bienes habría reducido el tiempo necesario para servir al Creador, y por eso no deseaba esa riqueza.
 
Sin embargo, en el Cielo me dijeron que no tenía elección y que estaba obligado a descender a este mundo con una gran suma de dinero. Me empeciné, porque de ningún modo estaba dispuesto a vivir una vida de rico, yo me satisfago con poco, mi sólo deseo era servir al Creador, ¿por qué tengo que sufrir las preocupaciones del rico?
 
El Tribunal Celeste deliberó sobre mi problema y eventualmente propuso que yo escogiera un alma en la que quería que mi riqueza fuera depositada… yo te escogí a ti, así que en realidad toda la riqueza de la que disponías me pertenecía. Pero, cuando yo he necesitado una suma importante para dársela al pobre, te lo envié, pero te negaste a darle de mi dinero que te fue depositado…
 
Por lo tanto, cuando comprobé que tú no eras un depositario fiel de mi dinero, escogí depositar mi riqueza en mi discípulo, porque comprobé qué feliz era al cumplir mi voluntad, hasta el punto de sacrificarse para cumplir el Precepto de la caridad”.
 
El hombre rico se arrepintió por su mala conducta y rogó al Justo: “¡maestro, maestro! ¡Toda mi vida he estado acostumbrado a una vida fácil, y esta pobreza me vuelve loco! ¿No tendrías algo de sustento para darme y ahorrarme la humillación de la miseria?”.
 
El Justo le sonrió, apeló al discípulo que se había enriquecido y le ordenó concederle al rico en desgracia un apoyo financiero mensual, con el fin de que viva con alivio el resto de sus días. Así, retornó el hombre a su hogar, satisfecho y con el corazón alegre después de aprender una buena lección de caridad.
 
 
Continuará…
 
 
(Extraído del libro "En el Jardín de la Fe" por Rabi Shalom Arush, Director de las Instituciones "Jut Shel Jésed" – "Hilo de Bondad")

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1. Esteban Rivas

3/13/2019

Thanks

Greetings- I been reading your writings and I been so blessed. I believe the good Lord is behind this blessed blessing. May He continue to inspire you into deeper depths so you can be a conduit which by others find Gods blessings. Shalom!!

2. Esteban Rivas

3/13/2019

Greetings- I been reading your writings and I been so blessed. I believe the good Lord is behind this blessed blessing. May He continue to inspire you into deeper depths so you can be a conduit which by others find Gods blessings. Shalom!!

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