Las apariencias engañan

Nunca podemos saber lo que le está pasando por la cabeza al otro. Es por eso que no podemos ni debemos juzgar a nadie.

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Tali Mandel

Posteado en 04.04.21

Nunca podremos saber lo que está pasando por la cabeza de otra persona ni lo que acontece en su vida verdaderamente. Es por eso por lo que no debemos juzgar a nadie, ¡simplemente no tenemos derecho!

 

Hace unos años, escuché un shiur en el que se hablaba precisamente de este tema, de cómo no se debe juzgar a nadie por muy claro que parezca que se está comportando de forma errónea. Ponían el ejemplo de un chico joven que estaba sentado en un autobús abarrotado de gente, había mujeres embarazadas y también subieron varias personas mayores que no tenían lugar para sentarse y permanecían parados. Como es natural en nosotros, muchos empezaron a mirar mal al chico e incluso le dijeron de malas formas que debía pararse para dejar que alguien que verdaderamente lo necesitara ocupase el asiento. Sin embargo, el chico agachó la cabeza y no dijo absolutamente nada hasta que le llegó su parada. Entonces, con mucho trabajo se levantó del asiento y se fue tambaleando hasta la salida y para todos fue evidente que tenía un problema severo en las piernas que le impedía caminar correctamente y mucho menos soportar los vaivenes de un autobús de línea durante el largo trayecto que cada día debía realizar. Cuando los pasajeros vieron al chico levantarse, enseguida se quedaron mudos y volvieron el rostro a otro sitio arrepentidos y avergonzados por haber increpado a ese pobre muchacho.

 

Al escuchar este shiur, me pareció que era una situación de la que mucho se puede aprender pero que difícilmente podría darse en la realidad. Pensé, “ya se sabe, habrán exagerado el cuento un poco para atraer la atención de los oyentes y seguro que la gente no le gritó tanto al chico ni este estaba tan mal realmente; incluso puede que sea mentira y nunca haya sucedido”. Pues bien, hace unos meses tuve que “tragarme mis propias palabras” ya que me subí a un autobús de línea que tenía un recorrido algo complicado por las curvas que tomaba el vehículo a una velocidad que permitía a uno mantenerse en pie de forma precaria.

 

Gracias a Di-s vi que había un asiento libre y me dirigí tambaleándome al lugar, intentando no caerme. Cuando llegué, había una señora sentada en el asiento exterior que me impedía entrar para sentarme junto a la ventana. Con mucho esfuerzo logré sentarme en el asiento vacío en lugar de en sus rodillas y noté que me miraba mal. –“¡Encima de todo! ¡No es suficiente con que no se haya movido un solo milímetro para que pueda sentarme sino que además me está mirando mal!”. Empecé a pensar en lo mal educada que me parecía esa señora y a victimizarme por haber tenido que saltar sobre ella para poder sentarme, con la dificultad añadida de que llevaba varias bolsas. Entonces, comencé a disculparla pensando que probablemente no le habían enseñado buenos modales en casa, que su desagrado podía deberse a que tenía un mal día o a que simplemente me tocó “pagar el pato” de su mal humor fastidiándome para que no me sentara cómodamente. Pensé, igualmente todo es para bien y aunque no termine de comprender este comportamiento seguro que esto ha sucedido porque así tenía que ser. Así que ya no me preocupé más y me arrellané en el asiento.

 

Mi desconcierto fue mayúsculo cuando ella se levantó y me di cuenta de que esa mujer tenía graves problemas para caminar y para mantenerse en pie. Sus caderas y rodillas estaban muy rígidas y, claro, difícilmente hubiera podido hacerse a un lado para que yo entrara en el asiento contiguo al suyo. Me dio mucha vergüenza admitirme a mí misma la cadena de pensamientos que había tenido sobre esa persona, juzgándola e intentando imaginarme qué clase de comportamiento egoísta la estaba llevando a actuar de esa manera.

 

Solo después de verla bajar del bus con tremenda dificultad me acordé del shiur al que había asistido y de que no juzgar a nadie significa literalmente no juzgar a nadie. No vale inventarse excusas para el comportamiento de los demás y justificar mirando por encima del hombro las acciones de otros para sentirnos un poco mejor. Simplemente cada persona tiene su pasado y sus motivos para actuar tal y como lo hace, y al único que le corresponde juzgar si su comportamiento es adecuado con respecto a su experiencia y a su quehacer es a HaKadosh Baruj Hu, el Santo Bendito Sea..

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1. Tali

7/21/2016

Poner el granito de arena

Cada uno debería poner de su parte para que los demás se sientan mejor y tengan acceso a aquello que necesitan, incluso aunque sea algo tan sencillo como un asiento en un lugar público. Eso es un principio básico en el amor al prójimo.

2. Tali

7/21/2016

Cada uno debería poner de su parte para que los demás se sientan mejor y tengan acceso a aquello que necesitan, incluso aunque sea algo tan sencillo como un asiento en un lugar público. Eso es un principio básico en el amor al prójimo.

3. gregorio garretas

7/20/2016

CONFORME CON LA VALORACION

Ciertamente, como usuario de los transportes públicos, presencio,valoro, y me dejo llevar,moderadamente, por tus mismas apreciaciones. También intento corregir mi inicial valoración negativa respecto del prójimo. Individualmente lo he solucionado no sentándome nunca, salvo vacío manifiesto. Y respecto del prójimo que corre y salta como liebre para sentarse en un transporte público a costa de necesitados, es : esta es tu recompensa, y la del necesitado (que sigue en pie) será mejor, …

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