El león y el zorro

Al león ya casi se le caía la saliva de la boca. El zorro lo había convencido. Y así fue como empezó a acercarse sigilosamente al banco del parque…

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Rabino Lazer Brody

Posteado en 05.04.21

El Rabino Yosef Jaim de Bagdad, el famoso Ben Ish Jai, de bendita y santa memoria, era un narrador fenomenal. Una de sus mejores parábolas es la siguiente, con ciertos agregados del autor de este artículo:

 

Había una vez un león que iba buscando presa en el bosque. Parado detrás de un árbol, el león vio a un zorro rojo con aire de desenfado dando vueltas por el sendero estrecho, disfrutando de la soleada tarde de primavera. El león se agazapó, presto para saltar sobre el zorro.

 

“Espere, Sr. León”, le dijo el zorro, ni corto ni perezoso. “Estoy a punto de ser la comida más decepcionante que haya tenido en toda su vida. Apenas si peso unos siete kilos y si a eso le descuentas los huesos y la piel, te queda apenas un kilo y medio de carne escueta y magra, que en mi humilde opinión no puede considerarse ni siquiera un aperitivo para un león de casi 200 kilos como usted”.

 

El zorro se dio cuenta enseguida de que el león vacilaba, así que continuó. “Mira ese parque que linda con el bosque. Mira ese gordo sentado en el banco. No sólo que es presa fácil sino que además pesa por lo menos 100 kilos. ¡Esa sí que es una comida digna de un rey!”.

 

El león meneó la cola en señal de desacuerdo: “De acuerdo con el Código de Leyes Animales, entre nosotros podemos comernos, pero no podemos comer seres humanos. El que así lo hace es castigado por tres generaciones”.

 

“No seas incrédulo”, respondió el zorro, sin pelos en la lengua. “Tú eres un mamífero hambriento que necesita una comida sustancial, y ahora mismo. No eres un herbívoro, que puede satisfacerse con repollo y tréboles. Tú necesitas CARNE, y carne a montones! ¿Qué te importa ahora de tus nietos? Si hoy te mueres de hambre, eso no les va a servir de nada a ellos mañana…”.

 

Al león ya casi se le caía la saliva de la boca. El zorro lo había convencido. Y así fue como empezó a acercarse sigilosamente al banco del parque, donde el gordo leía la sección de deportes del diario del domingo, totalmente ignorante del inminente peligro. Mientras tanto, el zorro fue corriendo a buscar buen resguardo…

 

 

El león, olvidando en su anhelo por la carne las precauciones que suelen tomar los directores de los parques, dio un salto enorme, pero en vez de caer sobre el gordo, cayó en un profundo pozo, del cual difícilmente podría salir alguna vez con vida.

 

Los rugidos del león sacudieron todo el bosque. Entonces el zorro salió del escondite y fue caminando cuidadosamente hasta el borde del pozo. Al ver al zorro, el león rugió: “¿Por qué me caí en este pozo? ¡Si no hice nada de malo!”.

 

Con una sarcástica risita en el rostro, el zorro le respondió: “Lo lamento, hermano, tu abuelo se comió a un ser humano, y ahora tú estás pagando el precio. Pero tú mismo estabas a punto de hacer lo mismo!”.

 

 

En el libro Educación con Amor, el Rabino Shalom Arush enseña que los hijos sufren porque emulan los malos hábitos y los defectos de sus padres. Por lo tanto, lo que tienen que hacer los padres es corregirse a ellos mismos antes de empezar a corregir a sus hijos. Si el padre es Hamán, entonces no puede esperar que el hijo sea Mordejai! Y si nosotros mismos no tenemos emuná, no podemos esperar que nuestros hijos sí la tengan! Si a los padres lo único que les interesa son los placeres físicos y los bienes materiales, entonces sus hijos y sus nietos van a sufrir enormemente, porque esa clase de vida no es más que una tortura continua. El título universitario no les garantiza felicidad a tus hijos. El ejemplo personal y la transmisión de la emuná, sí.

 

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