Siempre Sola

José no entiende por qué su mujer está siempre triste y no demuestra interés en él. Él trae un muy buen sueldo a casa, le compra regalos y le dice que la quiere. Por eso no entiende por qué ella está tan triste.

Sally dice que su marido es “muy buena persona”. No es que le sea infiel. Sí le es fiel. No es que no la ame. Sí la ama. El problema es que el amor de José por su mujer no es un amor adulto basado en la gratificación mutua de las necesidades de cada uno, sino un amor dependiente en el que él espera que su mujer lo atienda como si él fuera su hijo.

El hombre que siempre está ocupado con sus negocios, con su jogging, con su coro, con su computadora, con sus amigos, con su gimnasio, con sus viajes, CONSIGO MISMO, jamás va a poder tener un matrimonio feliz.

El deseo de Sally por su marido fue disminuyendo en forma progresiva y cada vez se volvía más difícil para ella querer ayudarlo después de un día muy “difícil”, durante el cual él no estuvo a su lado para ayudarla a ella.

Sally se sentía triste… y muy sola.

Dicho sea de paso, la tristeza es el más grande problema que puede tener la persona: la tristeza dura 240 veces más que cualquier otra emoción negativa. El miedo, la ansiedad y hasta la humillación pasan mucho más rápido que la tristeza. ¿Y por qué? Porque por naturaleza uno cavila sobre las cosas tristes mucho más que sobre cualquier otra cosa. Es por eso que la Torá considera a la tristeza peor aún que el pecado, porque la tristeza es la que lleva a la persona a cometer más pecados.

Al principio, cuando Sally le dijo a su marido que tenían que consultar a un asesor matrimonial, él se negó. ¿Por qué tenía que hablar de sus cosas privadas con un perfecto desconocido? Si ella tenía un problema, entonces que lo hablara con él. Los dos son personas inteligentes y él entiende de muchos temas igual que el terapeuta. Los dos juntos pueden resolver las cosas sin la ayuda de nadie.

Pero el problema es que no estaban resolviendo nada y Sally era tan “amable” que él no entendía de qué manera él estaba matando su matrimonio.

Yo estuve de acuerdo con Sally en que no era responsabilidad de ella hacer que su marido hiciera terapia, pero le dije que ella tenía que encontrar la forma de comunicarle sus sentimientos reales a su marido en forma constructiva, para que él pudiera entender mejor la forma en que podía mejorar el matrimonio.

Ella oró y después le contó a él que ya no lo quería como antes y que no quería seguir así. Dios ayudó a Sally y José entendió que esto era algo que ellos no podían resolver solos.

José ciertamente tiene la capacidad de mantener una gran relación con su esposa, basándose en un compromiso más profundo, que es lo que su mujer tanto ansía. Y es precisamente ese anhelo de unión de ella y su insatisfacción con la anterior conducta de él lo que ayuda a José a efectuar los cambios necesarios.

Es muy importante que cada uno sea sincero consigo mismo respecto a lo que es capaz o incapaz de manejar. Si uno ve que su matrimonio se está derrumbando, no tiene más opción que actuar y tratar de buscar la mejor guía que pueda encontrar.