El SEÑOR BRINKS

“¡Qué increíble!”, exclamé. “Nuestros cuerpos, si los dividimos en todas sus partes, valen bastante más de varios millones de dólares..."

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Rabino Lazer Brody

Posteado en 05.04.21

“¡Qué increíble!”, exclamé. “Nuestros cuerpos, si los dividimos en todas sus partes, valen bastante más de varios millones de dólares…".
                 

El Señor Brinks
 

El otro día sonó el teléfono en mi oficina y en la línea estaba el representante de un famoso fondo de ayuda médica de Israel. Esta persona me preguntó si yo conocía a una cierta persona; el nombre que mencionó era el de un antiguo alumno mío, un joven muy sincero y delicado que estudia Torá con absoluta dedicación. Yo le respondí que por supuesto lo conocía y le pregunté si había algún problema. Esta persona me dijo que sí, que mi ex alumno sufría de un virus extraño que le había atacado el hígado y prácticamente se lo había destruido. Ahora necesitaba un trasplante de hígado que le costaría alrededor de 330.000 dólares. También me dijo que este joven me había mencionado como una persona de referencia. Los fondos de ayuda médica se ven bombardeados con pedidos de ayuda, por lo que antes de decidir ayudar a alguien, quieren asegurarse de que la persona enferma y su familia verdaderamente no están en condiciones de afrontar económicamente el tratamiento necesario.
 
Después de haber respondido a sus preguntas, le pregunté si no le molestaba responder a un par de preguntas mías. Él aceptó de buen modo y yo le pregunté los precios de los otros tipos de trasplantes  -riñón, corazón y pulmón. Él me explicó que los precios variaban según el cirujano, el hospital y la disponibilidad de donante. Pero solamente con los “cuatro grandes”  -un hígado, un corazón, un riñón y un pulmón-  ya habíamos pasado la marca de un millón de dólares. Si el enfermo necesitaba alguna otra cosa del menú, como por ejemplo un trasplante de retina o cirugía plástica para corregir una nariz o una oreja deformes, entonces necesitaría enormes reservas de efectivo para poder cubrir la inconcebible cuenta.
 
“¡Qué increíble!”, exclamé. “Nuestros cuerpos, si los dividimos en todas sus partes, valen bastante más de varios millones de dólares. Y eso sin ponerle precio a la perfecta precisión con que funcionan ni al cerebro que los pone en funcionamiento. Si te pones a pensar, te das cuenta de que… ¡somos todos multimillonarios!”.
 
“Rabino”, respondió el representante del fondo de ayuda, “¡tiene razón! Nunca se me ocurrió pensarlo de esa manera… ¡Qué suerte que tenemos! ¿No?”.
 
“¡Por supuesto! ¡Tendríamos que agradecerle todos a Di-s veinticuatro horas al día!  ¿Cuánto vale una respiración o un latido del corazón? ¿Cuál es el precio de piernas sanas que no tienen reemplazo? Si llevara encima dinero en efectivo equivalente a siquiera una cuarta parte de lo que vale todo mi cuerpo, tendría que alquilar un vehículo blindado para que me llevara de un lado al otro. La gente me llamaría “el Señor Brinks”.

 
El representante del fondo de ayuda se rió; nos agradecimos mutuamente y finalizamos la conversación.
 
Si nos echamos una seria mirada a nosotros mismos, la forma en que damos por sentadas todas nuestras bendiciones es algo que simplemente da vergüenza. Cada uno de nosotros es un Señor o Señor(it)a Brinks  -¡valemos tanto que tendríamos que ser transportados de un lugar al otro en un vehículo blindado!
 
No existe prótesis que pueda siquiera pensar en competir con las partes del cuerpo originales, que fueron manufacturadas por Di-s y que Él nos dio al momento de nacer. El costo de cualquier miembro artificial puede llegar a oscilar entre 10.000 y 35.000 dólares, pero se desgasta después de tres o cuatro años de uso y entonces hay que reemplazarlo. Todo aquél que no sufrió una amputación de un miembro del cuerpo sigue dando vueltas con la parte original del cuerpo durante noventa y hasta ciento veinte años y además la parte original funciona mil veces mejor que la artificial y es mil veces más cómoda. ¿Quién Le dio gracias a Di-s por los dedos de la mano, los dedos de los pies, las manos, los pies, los brazos y las piernas?
 
Pregúntale a tu dentista cuánto cuesta cada implante de diente. Mientras masticábamos ese pedacito tan rico de tostada en el desayuno, ¿acaso Le dimos las gracias a Di-s por los dientes que nos prodigó?
 
Imagínate que tienes una cuenta de banco del tamaño de la de Bill Gates. Entonces imagínate que te ataca una banda de terroristas que te amenaza con sacarte los ojos si no pagas rescate. ¿Cuánto estarías dispuesto a pagar? ¿Un millón de dólares? ¿Diez millones de dólares? ¿Quién ofrece más?
 
Ahora que Di-s nos confió con todas estas valiosísimas gemas corporales, ¿no te parece que deberíamos empezar a cuidarlas?
 
¿Quién es tan estúpido como para inhalar el humo del cigarrillo y arruinar un pulmón que vale 400.000 dólares?
 
¿Quién es tan tonto como para tragar otro poquito de whisky y poner en peligro un hígado que sale 330.000 dólares?
 
¿Quién es ése que está tapando con otra porción de comida grasosa las arterias que conducen a su corazón de 475.000 dólares?
 
Éstas son preguntas que Di-s Mismo nos va a formular. Ha llegado el momento de que empecemos a encargarnos de nosotros mismos.
 
Y ha llegado el momento de que empecemos a darle las gracias a Di-s.
 
Ahora que leíste esto, tienes 613 razones (que es la cantidad de componentes del cuerpo, y que también corresponde a la cantidad de mitzvot de la Torá) para estar chocho y nunca más volver a deprimirte en toda tu vida.
 
A nosotros no nos gustaría darle a alguien un regalo que vale varios millones de dólares y que después esa persona nos frunza el ceño ¿no? Entonces ¿por qué Le hacemos eso mismo a Di-s?
 
Es hora de que aprendamos a decir “¡Gracias, Di-s!”. La gratitud va a causar un giro de ciento ochenta grados para bien en tu vida. ¡Tenlo siempre presente!
  
 

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