No robarás

Si compartir con los demás es una buena acción, tomar “prestado” y sin permiso es definitivamente una transgresión.

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Tali Mandel

Posteado en 04.04.21

Si compartir con los demás es una buena acción, tomar “prestado” y sin permiso es definitivamente una transgresión ante los ojos de nuestro Creador. El quinto precepto noájida se refiere a la prohibición de robar.

 

Lo que a cada uno le es asignado en la vida no depende de lo que tienen los demás, es decir, nuestra riqueza no es mayor si el que tenemos al lado es más pobre (es simplemente una comparación que hacemos de nosotros mismos para sentirnos mejor). Lo cierto es que debemos estar contentos con lo que recibimos cada día, puesto que Hashem es misericordioso con todos nosotros y nos provee con lo que necesitamos.

 

Muchos pensarán que la vida es injusta y que no tienen dinero suficiente para comprarse el coche de sus sueños, o una casa nueva, o que no les alcanza el salario para pagar el alquiler. También pensamos en aquellos que tienen que pedir dinero para poder subsistir, Hashem no lo permita, y podemos llegar a la conclusión de que nuestro Creador, a pesar de ser todo bondad, está castigando a estas personas o a nosotros mismos por medio de la privación de riquezas. Si continuamos con este pensamiento podemos llegar a pensar que estamos en nuestro “derecho” de robar lo que nos apetece tener. Esta línea de pensamiento no es más que una serie de conclusiones erradas e influenciadas por el iétzer hará que nos lleva a disminuir nuestra emuná de forma alarmante.

 

La persona debe estar contenta con lo que tiene. Sé que esto es difícil de encajar cuando no nos va bien. Cuando tenía la cuenta en números rojos pensaba por qué Hashem no me daba lo suficiente para pagar todo lo que necesitaba y en ese momento me di cuenta de que estaba haciendo una grave transgresión.

 

Les explicaré un poco mejor mi experiencia con el robo. Yo vivía con unas personas que no guardaban Shabat y que cumplían una versión un tanto light del cuidado de kashrut. Además de esto, que cada día me resultaba más complicado, había que añadirle el hecho de que peleábamos casi todos los días y que había continuas faltas de respeto entre nosotras. Así que decidí mudarme definitivamente y vivir con otra persona que respetara las mitzvot. Después de tomar esa decisión, encontré inmediatamente a alguien que se adaptaba a esos requisitos, una antigua amiga. Aunque lo planeé en un plazo corto de tiempo, pensé que había hecho bien mis cuentas y que me alcanzaría para pagar todos los gastos. En Israel, las mudanzas son muy caras porque el costo de transporte de los muebles es desorbitado. La mayoría de las casas se alquilan sin amueblar y esto conlleva acarrear de un lado a otro, cual caracol, todas las pertenencias incluyendo los muebles. En toda mudanza, además, hace falta comprar algún que otro mueble para instalarse en el nuevo piso así que los gastos aumentan considerablemente. En adición a todo esto, tuve que pagar el gasto de alquiler en dos casas diferentes durante un mes completo, ya que la persona que iba a vivir en mi antigua casa durante ese mes y me iba a pagar mi parte del alquiler decidió que no pagaría el importe total sino solamente una parte. Así que entre unas cosas y otras, me vi sin un shekel en la cuenta y más aún, en números rojos de forma alarmante. Sé que esto es algo común en Israel, pero a mí me cayó como un jarro de agua fría. En el momento en el que perdí todo el dinero que había ahorrado con esfuerzo me di cuenta de que debía reflexionar sobre mis actos porque parecía que había algo que no estaba haciendo bien. Si estaba haciendo todo ese proceso para vivir de una forma más acorde con las halajot y por tanto de acuerdo al cumplimiento de las mitzvot, ¿por qué se me hacía tan difícil? En ese momento, me di cuenta de que estaba cometiendo una falta muy grave desde hacía varios meses. No estaba dando mi diezmo. Esta es una obligación muy importante y yo la había pasado por alto porque no encontraba ninguna organización totalmente fiable según mi punto de vista (o sea, me estaba poniendo excusas tontas cada mes para no dar mi dinero). Así que me di cuenta de que estaba robando una parte del dinero que Di-s me daba cada mes. Así era: aunque ese dinero era depositado en mi cuenta, no me pertenecía, así que era como un robo. Cuando uno se centra solamente en sus necesidades y olvida a los demás, Hashem ya no le provee con tanta abundancia porque ve que no somos generosos con los demás y que no damos un buen uso al sustento que nos entrega cada mes. De esta forma, me comprometí a dar mi diezmo puntualmente y mis problemas económicos se fueron solucionando en un tiempo récord.

 

Debemos tener en cuenta que robar no es solamente entrar en una tienda y llevarnos un vestido sin pagarlo. Robar es mucho más, es también no agradecer a nuestro Creador por todas las cosas que nos da de forma gratuita cada día y no compartir con los que menos tienen una parte de lo que se nos regala de forma semanal, quincenal o mensual. Ser honestos en nuestros negocios y solidarios con los demás es un precepto para todos y no hay excusa válida para eludir este precepto. Que Hashem nos ayude a cumplirlo y a respetar Su voluntad aceptando nuestra situación con alegría, trabajando honradamente para ganar el sustento y contentándonos con nuestra parte.

 

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