Tan solo una palabra

Las amas de casa tienen una responsabilidad enorme y la mujer, como gobernadora del hogar judío, carga consigo un peso considerable...

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Tali Mandel

Posteado en 30.12.21

 

Qué lindo es llegar a casa y que todo esté recogido, limpio, ordenado. El agradable olor de la comida casera cocinándose a fuego lento impregna el hogar y es un auténtico placer llegar a casa y relajarse. Sin embargo, todo esto no surgió de la nada. No hay ningún duende mágico que llega a casa y hace la colada, plancha la ropa, cocina y recoge los calcetines sucios del suelo. Este trabajo, no remunerado ni con todo el oro del mundo, es algo que debemos agradecer constantemente a la persona encargada de hacerlo.

 

Las amas de casa tienen una responsabilidad enorme y la mujer, como gobernadora del hogar judío, carga consigo un peso considerable que siempre debemos agradecerle. Como ya saben, en mi caso el hogar en el que me crié no era un hogar judío pero, sin embargo, sí era un hogar en el que la figura de la madre como encargada del mantenimiento del orden y la limpieza era primordial. Y lo que es aún más importante, todos teníamos la responsabilidad de poner nuestro grano de arena para ayudar al máximo posible en que ese orden y limpieza se mantuviera. Recuerdo que los sábados ayudábamos a mi madre a hacer las compras y limpiar la casa para que todo estuviera listo al llegar el fin de semana y disfrutar del descanso en una casa agradable y acogedora.

 

Sin embargo, debo reconocer que no siempre agradecíamos por las cosas que mi madre hacía. Al no tener la Torá como base y cimiento de nuestra familia, no teníamos consciencia de la gran importancia que tiene el agradecimiento. Por supuesto, siempre me enseñaron que había que dar las gracias por todas las cosas, pero era un agradecimiento superfluo, por cortesía. Con el paso de los años y sobre todo con el aprendizaje de Torá y la profundización del estudio con los libros del Rabino Shalom Arush, tengo una perspectiva diferente del agradecimiento. Es decir, el agradecimiento no consiste en simplemente decir gracias cuando te lo mandan y por educación, es sentirlo verdaderamente desde nuestro interior. Cuando agradecemos a HaShem con verdadera sinceridad ese sentimiento llega desde muy hondo, desde lo más profundo de nuestro ser y se convierte en una sonrisa anegada de lágrimas en los ojos.

 

Tenemos la obligación de agradecer a HaShem y también tenemos la oportunidad de agradecer a todas esas personas que están a nuestro alrededor y, como enviados de HaShem, nos abrigan cuando tenemos frío, nos alimentan cuando tenemos hambre y se preocupan de nuestro bienestar llevando a cabo una lista interminable de tareas que no parece tener fin. Pues bien, no debemos acostumbrarnos a que estos mensajeros de HaShem traducidos en nuestra madre, padre, hermano, esposo, amigo… siempre hagan todo para nosotros sin que les dediquemos ni la más delicada de las palabras de nuestro amplio vocabulario: gracias.

 

Es muy fácil acostumbrarse a que todo esté en orden y que las deliciosas comidas se sirvan a la hora en punto y justo en el momento preciso. Qué alegría abrir el armario y encontrar toda la ropa lavada, planchada, aromatizada y colocada en su lugar. Es bonito saber que hay alguien preocupándose del bienestar de uno con estos pequeños o grandes detalles. Entonces, ya que recibimos tanto, debemos dar también algo a cambio. Tan solo una palabra, “gracias”, puede hacer que el día de la otra persona sea totalmente distinto. En lugar de sentirse utilizada, triste, infravalorada, la persona se siente alegre y tiene consciencia de que el trabajo que está haciendo está siendo verdaderamente valorado.

 

Hoy en día, convertida gracias a Di-s en la regente consorte de mi hogar judío, tengo esa responsabilidad y ese mérito de cuidar de un hogar. Intento por todos los medios hacer ver lo mucho que valoro cada uno de los innumerables detalles de mi esposo que colman mi vida de alegría. No hay que cesar en el esfuerzo de agradecer a los demás lo que hacen por nosotros, y hay que tener en cuenta que, mientras más cercana es la persona, más hay que agradecerle y regalarle palabras de cariño y de ánimo. Es muy común caer en el error de dar por hecho que los que están más cerca tienen la obligación de atender todas nuestras necesidades, sin embargo la verdadera obligación es la que tenemos nosotros de agradecer a los demás por todo lo que hacen por nuestro bienestar.

 

Que siempre tengamos en nuestra mente el agradecimiento a HaShem y a las personas que nos rodean por cada una de las cosas que hacen.

 

 

 

 

 

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