Los pepinillos de la paz

¿En qué se parece un bote de pepinillos en vinagre a una relación matrimonial?

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Tali Mandel

Posteado en 14.03.21

¿En qué se parece un bote de pepinillos en vinagre a una relación matrimonial? Se lo voy a explicar enseguida, de una forma muy gráfica y basada en la vida real y lo van a poder aplicar no solo a su matrimonio sino a todas sus relaciones interpersonales. ¡Sigan leyendo!

 

En mis clases sobre nutrición no paraban de hablar de las bondades y beneficios de los pro-bióticos y de cómo estos se consiguen a través de alimentos fermentados. Sin embargo no sirven los que se compran en el supermercado ya que estos han perdido ya su capacidad vital de regenerar la flora bacteriana del intestino, así que es mejor hacerlos en casa. En fin, me dieron una receta para hacer mis propios pepinillos en vinagre y pensé que era tan fácil que seguro que me iba a salir bien: desafío aceptado para obtener un resultado ruinoso de una receta extremadamente sencilla.

 

La cuestión es que puse los pepinillos en el tarro con los ingredientes y las especias indicadas (clavo, ajos, sal, pimienta…) y los tapé. Según la receta, cada día hay que destapar un poco el tarro para que salga el gas que se va creando al fermentar lo que hay dentro. Efectivamente, el primer día abrí un poco la tapadera y escuché cómo salía el gas. El segundo día, de nuevo lo escuché y pensé que sería mejor dejarlo un poco destapado para evitar que el bote reventase por la acumulación de gases si es que me olvidaba algún día de abrirlo. Gran error, no se lo recomiendo.

 

Los días iban pasando y yo notaba un olor raro en la cocina, que después pasó a ser un mal olor y después un olor nauseabundo. Por alguna extraña razón que no alcanzo a comprender, pensé que podría ser de cualquier cosa menos del bote de pepinillos en vinagre que tenía en la cocina. Finalmente, HaShem se apiadó de mí y me hizo caer en la cuenta de que tenía que revisar esos pepinillos y, efectivamente, se habían podrido. No supe qué había pasado hasta que miré en internet y hablé con amigas y descubrí que es importante mantener el bote completamente cerrado y tan solo abrirlo una vez al día para que salga el gas. Ni se puede mantener cerrado siempre ni abierto, hay que hacer salir el gas en su justa medida.

 

Ahora, traslademos este ejemplo a la vida real. Empezamos a observar algo que no nos gusta en alguna persona de nuestro entorno, con toda probabilidad la primera persona que se les vendrá a la mente sea su pareja pero si no es así vale también cualquier otro caso. Nos molesta esa actitud mucho pero decidimos callar y cada día vamos acumulando esa aversión hacia las costumbres de esa persona. Con cada detalle nuestro enfado va en aumento, el gas se va acumulando peligrosamente dentro del tarro y corre grave peligro de que explote un día. Y así sucede finalmente. Llega un día en el que se monta una gran disputa por un pequeño detalle que en realidad es una acumulación de miles de cosas que te molestaron de esa persona.

 

Una segunda reacción a este tipo de comportamiento es remarcarle a la otra persona dónde está su fallo continuamente. Es decir, dejamos el bote siempre abierto y los reproches (el gas) no paran de salir de nuestra boca, hiriendo a la otra persona continuamente y haciendo que se “pudra” de tanto reclamo. Esta solución tampoco es buena porque causa mucho dolor y también un miedo continuo de equivocarse y recibir los insultos ya acostumbrados.

 

La tercera opción es abrir el tarro cuando se necesita hacerlo. Es decir, algo nos molesta pero no saltamos a la primera oportunidad echando en cara los defectos a la otra persona. Si es algo que verdaderamente nos molesta entonces reflexionamos sobre el asunto y CUANDO ESTAMOS CALMADOS hablamos con la otra persona y le explicamos qué es lo que nos molesta de su actitud. La persona tiene así tiempo para darse cuenta de sus errores y poder enmendarlos, ya que no estamos continuamente reprochando que ha vuelto a caer en el error.

 

Si observamos que no ha hecho ningún cambio después de un tiempo, volvemos a hablar calmadamente y le explicamos cuál es la situación y que estamos dispuestos a ayudarle y a colaborar para que pueda cambiar ese rasgo de su carácter. De esta forma, aliviamos la presión que sentimos al molestarnos por su actitud pero no lo hacemos constantemente, evitando así que la otra persona se canse y se dé por vencida. Y tampoco esperamos hasta que la situación es insostenible y explotamos porque ya no podemos más, sino que nos mantenemos en un sano término medio.  

 

Esta es la lección de los pepinillos en vinagre, espero que les haya gustado y que se animen a hacer su propia comida fermentada y aunque fallen a la primera vuelvan a intentarlo, ¡es muy sana!

 

 

Si tienes alguna pregunta o quieres compartir tu historia o inquietudes, escríbeme a tali.mandel.18@gmail.com

 

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