Lej Lejá – El Pobre Rico

A veces, a raíz de tanta insistencia, a Reuben el pobre lo asaltaba la duda: "¿Quién sabe?… ¿A lo mejor podría convertirme en un hombre rico?"…

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Maór HaShabát

Posteado en 17.03.21

A veces, a raíz de tanta insistencia, a Reuben el pobre lo asaltaba la duda: "¿Quién sabe?… ¿A lo mejor podría convertirme en un hombre rico?"…

Lej Lejá – El Pobre Rico

Reuben era un pobre tan… pero tan pobre que, en el pueblo, todos lo llamaban “Reuben el pobre”. La pobreza, se convirtió en algo inseparable de su nombre.

Un día, una brillante idea se le ocurrió al vendedor de billetes de lotería: se propuso a sí mismo venderle a “Reuben el pobre” un billete de lotería.

Buscaba la forma de encontrarse con él y cada vez que lo veía, trataba de convencerlo de poner a prueba su suerte.

Tanta era su insistencia, que Reuben trataba por todos los medios de evitar que sus caminos se cruzaran.

Con la misma testarudez que uno perseguía al otro, este huía del primero.

A veces, a raíz de tanta insistencia, a Reuben el pobre lo asaltaba la duda: “Quién sabe… a lo mejor podría convertirme en un hombre rico”. Pero inmediatamente desechaba este pensamiento “poco realista”. “¡Si tuviera las monedas necesarias para comprar el billete, compraría con ellas pan para mi familia!”.

No derrocharía monedas vitales para su subsistencia.

“A lo mejor esta sea tu oportunidad”, lo estimulaba el vendedor, tratando de convencerlo. “Escucha mi consejo: ahorra un poco en el pan, y con ese dinero compra el billete… y quizás te transformes en un hombre rico…”.

“¿Acaso yo busco riqueza?” le respondía con irritación. “¡No y no! ¡Yo sólo necesito pan para saciar el hambre de mi familia!”. Así terminaban decenas de discusiones entre ellos.

Finalmente, viendo que sus esfuerzos no conducían a ninguna parte, el vendedor decidió actuar drásticamente. Tomó la mano derecha de Reuben entre las suyas, puso en ella el billete de lotería y la cerró al tiempo que le decía: “Escucha, haremos un trato. Llévate el billete… gratis. Si sale sorteado y tú te transformas en millonario, me pagarás solo el valor del billete”.

Esta vez, Reuben no encontró argumentos para rechazar la propuesta y con poca convicción completó los números al azar.

Llegó el día del sorteo… y esa misma noche el vendedor recibió la lista con los números ganadores. ¡No poca fue su sorpresa al comprobar que el billete premiado era, nada más ni nada menos, que el de su amigo!

Ciertamente, esa noche, Reuben el pobre se había transformado en Reuben el afortunado.

Una y otra vez, el vendedor revisó la lista sin poder creer lo que veían sus ojos, mientras miraba, a través de la ventana de su cuarto, la espesa nieve que cubría la calle y pensaba en el frío intenso que envolvía al pueblo. “Es peligroso ir a su casa ahora, esperaré hasta mañana y en cuanto aclare iré a contarle la novedad”.

Se acostó en su cama pensando en Reuben “el afortunado”, pero lejos de poder dormir, los remordimientos lo acosaron: “¿Cómo voy a privar a un pobre judío de esta buena noticia?, ¡debo apurarme y avisarle esta misma noche que su suerte se dio vuelta y se transformó para bien!
Con esta decisión saltó ágilmente de su cama, se abrigó bien y se encaminó hacia la casa de su amigo. No sabía exactamente cuál era su dirección, pero había escuchado que su casa estaba en las barracas y hacia allí dirigió sus pasos.

El frío era tan intenso que penetraba en los huesos, pero él estaba concentrado en su misión y no se dejaría doblegar. Fue casa por casa buscando el nombre de Reuben y cuando lo encontró golpeó con fuerza la puerta.

El silenció que había en la choza, denotaba que sus ocupantes estaban durmiendo, pero supuso que valía la pena despertarlos para darles esta gran noticia.

Y golpeó con más fuerza. Al rato escuchó la voz somnolienta de su amigo que preguntaba quién golpeaba a la puerta.

“¡Soy yo! ¡El vendedor de billetes de lotería!”, gritó con excitación, ansioso por dar la buena noticia. “¡Ábreme la puerta!”.

“¿Tú? ¿Qué quieres a mitad de la noche? ¡Hice lo que me pediste – te compré el billete – ¡¿acaso no fue suficiente?!

El vendedor apretó los dientes y haciendo un esfuerzo por superar sus sentimientos le respondió: “Te ruego que me abras la puerta. ¡Me estoy congelando!

“¿Para qué he de abrirte?”.

“Abre y te daré una buena noticia”.

“¿Cuál buena noticia?”, preguntó Reuben desde su cama caliente a su compañero, que estaba entumeciéndose, envuelto en su capucha, detrás de la puerta.

“¡Ganaste Reuben! ¡Te has convertido en un millonario!

Por fin se escuchan movimientos dentro de la casa. El nuevo rico lava sus manos, se calza y arrastra sus pasos pesadamente hacia la puerta, abre una pequeña hendija por la que no es posible pasar, mira al vendedor de billetes de arriba abajo y le dice:

“¡Ahh… insolente! ¡Desaparece ya mismo de aquí! ¡¿No tienes vergüenza de despertar al hombre rico del pueblo en la mitad de la noche…?!
Y se quedó dentro de su choza… su razonamiento le alcanzó para comprender racionalmente que siendo un hombre rico no se lo podía molestar… pero no fue suficiente para que abriera la puerta de su casa y saliera en busca de su fortuna, danzando y saltando junto al vendedor de billetes, en medio de la nieve y venciendo al frío, pensando en las cosas que podría hacer a partir de ahora con tanto dinero.

“Vaiomer HaShem El Abraham Lej Lejá” – “Y le dijo Hashem a Abraham vete para ti”.

El Jidá zt”l nos dice, en nombre de Rabenu Efraim, que el valor numérico de la frase “Abraham Lej Lejá” es igual al de la palabra “Guéshem” (lluvia).

Esto significa que así como sucede con las lluvias, que mientras están contenidas dentro de las nubes nadie conoce su beneficio, pero una vez que bajan a la tierra, todos tenemos provecho de ellas, de la misma forma, mientras tú estás estancado en un sitio, ¡tu categoría no aflora al mundo…!

Cada uno de nosotros – como las lluvias – está envuelto por nubes, nadie conoce su utilidad, ¡incluso, a veces, ni siquiera uno mismo! Debemos “salir” de dentro de las nubes para revelar las riquezas que están latentes dentro de nosotros.

Aprendamos del error de Reuben y no nos detengamos en las “molestias”, ¡abramos de par en par la puerta y busquemos la forma de invertir nuestra fortuna…!

– De Maor HaShabát, de la comunidad Ahabat Ajim, Lanus, Argentina. Editor responsable: Eliahu Saiegh –

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