Un Agujero en la Pared

¡Ay Dios mío! ¡Se inundó el departamento! ¡Explotó el caño de agua! ¡Hay que cambiar todas las cañerías! – Es muy posible que esta sea la mejor noticia de tu vida…

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Rabino Lazer Brody

Posteado en 17.03.21

“A mí me parece que es una aflicción de la casa” (Levítico 14:35)

La Torá describe un fenómeno muy extraño: la aflicción leprosa que afecta la pared de una casa. Físicamente hablando, es como una infección de moho, pero que no es causada por un hongo ni por cualquier otro organismo infeccioso, sino que es una enfermedad espiritual. Sabemos que HaShem le trae a la persona sufrimientos corporales para su propio bien, para que hagan una evaluación de sí mismos y hagan teshuvá. Entonces ¿para qué sirve una “enfermedad de la casa”? ¿Cuál es el mensaje para la posteridad, y en especial en una sociedad en la que gracias a Dios no existe la lepra?

Rashi explica que la enfermedad en las paredes de la casa es señal de “buenas noticias”. Él explica que antes de que los malvados amorreos, que eran idólatras, fueran expulsados de Eretz Israel, ellos habían guardado todo su oro en las paredes de las casas. Y cuando Yehoshúa (Josué) y el Pueblo Judío conquistaron la Tierra Prometida, se instalaron en las casas que habían abandonado los amorreos, sin tener la menor idea de lo que estaba oculto en ellas. Entonces HaShem envió una clase de aflicción leprosa a la pared de la casa; según la Torá, el dueño de casa no podía decidir él solo si esa mancha era lepra e implicaba contaminación espiritual, sino que tenía que recurrir a  un Kohen, un sacerdote, para preguntarle. Si el Kohen consideraba que la aflicción de la pared sí era lepra, entonces la parte afectada tenía que ser quitada, enviada a un lugar previamente designado y reemplazada con ladrillos nuevos. Y entonces el dueño de casa hacía un agujero en la pared con un machete y descubría el tesoro!

Imagínense la reacción del dueño de casa en los días de Yehoshúa.  De repente veía esa horrible mancha verde en la pared que probablemente era lepra. ¡Qué inconveniencia! Y antes de mandar a llamar al Kohen, tenía que quitar todas sus pertenencias de la casa y ponerlas en el patio, porque cualquier objeto que se encuentra en una casa considerada leprosa queda espiritualmente contaminado e impuro. Entonces el pobre hombre tenía que hacer agujeros en la pared y reconstruirlos. Y en casos extremos tenía que tirar abajo toda la casa!

La mancha en la pared le ocasionaba mucha molestia pero ¿qué siente la persona que vive en una casucha de arcilla y piedra  cuando encuentra dentro de la pared un tesoro de 500.000 dólares? Qué buena recompensa, ¿no?

Ahora podemos entender mejor el significado intrínseco de lo que la Torá le exige al dueño de casa que le diga al Kohen: “A mí me parece que es una aflicción de la casa”. Esto es algo que tiene aspecto de ser malo pero a fin de cuentas, no lo es. Porque, como aprendemos en este caso, hay buenas noticias que se ocultan tras las dificultades externas. Esta es una ley espiritual para toda la posteridad y es la base de la emuná que el Rey David conocía tan bien, porque él Le dijo a HaShem: “Tu me aliviaste en mi aflicción” (Salmos 4:2). Todo lo que hace HaShem es para nuestro bien ulterior y es por eso que mi querido maestro el Rabino Shalom Arush enfatiza en su libro Las Puertas de la Gratitud que tenemos que darle las gracias a HaShem incluso por nuestros problemas, porque dentro de las “gruesas paredes” de los problemas que tenemos en la vida se ocultan grandes tesoros.

Mi estimado amigo Rabí Janoj Fierster de Ashdod me contó una historia referida a su abuelo, que era un judío polaco que tenía una emuná inquebrantable. Un día, él llegó a casa y encontró a su mujer y a sus hijos afuera de la casa, llorando. Él preguntó lo que había sucedido. ¿Tal vez se había muerto alguien, Dios no lo permita? Le dijeron que no, que a nadie le había pasado nada. Pero lo que había ocurrido era que había explotado un caño de agua y su departamentito estaba todo inundado. Las alfombras y gran parte de los muebles se habían arruinado completamente.

“¿Un caño que explotó, y no un hueso que se rompió? ¡Esa es razón para celebrar! ¡Gracias, HaShem! ¡Gracias, HaShem!”. Entonces el abuelo Fierster se puso a bailar como si fuera Simjat Torá.

Con los ojos de emuná, no nos fastidiamos por los frecuentes inconvenientes que tenemos en la vida, y en especial cuando sabemos que HaShem hizo, hace y hará todas las cosas. Por eso, si el problema proviene de HaShem, y así es siempre, entonces siempre tiene que haber alguna “buena noticia” oculta dentro del problema. Y con ojos de emuná, vas a poder ver esa buena noticia. Por eso, no dejes que el departamento inundado o el cortocircuito te priven de tu alegría, porque todo problema que recae en la piedra y en la madera no es ningún problema en absoluto, sino buenas noticias que sirven de expiación para purificarnos y para prepararnos para eso tan pero tan bueno que nos espera en el camino.
 
 

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1. yo

6/22/2019

Excelentes enseñanzas cada día aprendemos más y encontramos respuesta a muchas inquietudes gracias.

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