Demos ese paso adelante!

He estado con mucha gente durante los minutos y las horas previas a su fallecimiento. Resulta sorprendente ver los radicales cambios de personalidad que pueden ocurrir en un enfermo terminal…

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Dr. Zev Ballen

Posteado en 05.04.21

He estado con mucha gente durante los minutos y las horas previas a su fallecimiento. Resulta sorprendente ver los radicales cambios de personalidad que pueden ocurrir en un enfermo terminal…

El Muro de los Adolescentes
 

 

Si los “adultos” crecen de tanto enfrentarse a obstáculos en la vida, no hay duda de que podemos decir lo mismo de los adolescentes. Los adolescentes nos necesitan a nosotros, sus padres, para que seamos su “muro” contra el cual pueden rebotar y por peor que sea el muro, siempre es mejor que directamente la falta de muro. Cuando los padres se dan por vencidos y dejan que su hijo haga todo lo que se le antoja, es porque “él llegó a un punto tal que ya es imposible ayudarlo” y ahí es cuando él verdaderamente empieza a hacer locuras.

Nosotros, los padres, tenemos que pararnos bien firmes y ser el muro de defensa que rodea al niño y a todo el hogar. Tenemos que establecer límites apropiados para nuestros hijos, pero tenemos que hacerlos valer con bondad. Tenemos que tener reglas, pero también tenemos que implementarlas sin enojo, sin crueldad y sin vengarnos de nuestros hijos.

Dios sabe que por naturaleza, el hombre quiere vengarse incluso de la más mínima herida a su orgullo. Es por eso que tenemos todos esos versículos famosos que hablan de “un ojo por un ojo” y “un diente por un diente”. Es porque la venganza es algo humano. ¿Por qué? Porque Dios nos hizo de esa forma. ¿Por qué? Porque Él quiere que crezcamos y nos esforcemos por librarnos de todas estas características y que tomemos una genuina decisión de vivir una vida espiritual.

Como padres, nos enfrentamos a incontables desafíos a nuestro orgullo y a nuestra autoridad a medida que nuestros hijos van creciendo. Cada día tenemos un sinfín de oportunidades de elegir crecer espiritualmente o de imponerles nuestra voluntad a nuestros hijos por medio de amenazas, de enojo y de “castigos”. Una vez que empezamos a vivir una vida espiritual, ya no vamos a discutir más ni a pelearnos con nadie. Incluso si tenemos razón (y como padres, acaso no siempre “tenemos razón”??), igual vamos a ceder y vamos a transmitirles a nuestros hijos una señal muy clara de que estamos dispuestos a atravesar esa distancia en aras de ellos, ser una buena persona y educarlos en la forma que Dios realmente quiere que los eduquemos, con Dios en el centro.

El Momento de la muerte

He estado con mucha gente durante los minutos y las horas previas a su fallecimiento. Resulta sorprendente ver los radicales cambios de personalidad que pueden ocurrir en un enfermo terminal que sabe que está a punto de morir.

Esta perspectiva a los últimos momentos en este mundo fue uno de los más grandes regalos que recibí en la vida, porque la persona que está a punto de irse de este mundo no finge. De repente, uno tiene una total claridad de lo que es verdaderamente importante en la vida. Y no es el dinero, ni los títulos de doctorado; ni tampoco el honor que le confieren los demás. Todo se reduce simplemente al amor que dieron, al amor que recibieron y a la calidad de las relaciones que tuvieron con sus familiares y sus amigos.

Con la ayuda de Dios, todos vamos a seguir con vida hasta los 120 años, pero no tenemos que esperar a que lleguen esos últimos momentos para empezar a hacer un recuento a fondo de nuestras “ecuaciones de relaciones”, comenzando con la familia. Ahora mismo tenemos que preguntarnos a nosotros mismos, mientras aún podemos cambiar y hacer algo al respecto, ¿cuánto nos importa de veras de nuestros familiares? ¿Acaso les damos? ¿Y cuánto les damos? ¿Cuántas veces les hacemos saber a nuestros seres queridos que estamos dispuestos a renunciar a todo, de ser necesario, en pos de ellos?

La mayoría de las veces, Dios no nos llama a que cumplamos nuestro compromiso con ellos de ir un paso más allá, pero lo que ocurre es que nuestros familiares son capaces de sentir nuestra sinceridad, o falta de sinceridad, en cada etapa de nuestra interacción con ellos. Los ojos son las ventanas del alma y nuestra pareja y nuestros hijos son perfectamente conscientes de lo que estamos sintiendo.

Cuando la persona siente genuinamente que el otro está dispuesto a ir esa distancia por uno, por más que le cueste, por más difícil que le resulte, por más grande que sea el sacrificio que tenga que hacer, entonces el conflicto desaparece por completo y de pronto puede llegar a un compromiso. Yo he visto personas que en cuestión de segundos cambian de opinión completamente acerca de opiniones muy “firmes” que habían mantenido durante años y de las cuales no se habían movido ni un centímetro…

 

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