Tu matrimonio – ¿tu destino?

He aquí una lista de cosas que aprendí en cuarenta años de matrimonio, trabajando con otras parejas y aprendiendo los principios de fe:

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Yehudit Channen

Posteado en 08.11.21

Una vez trabajé en un centro de atención para la tercera edad y una de las mejores partes era hablar con personas que habían pasado por tantas cosas en la vida.

 

Una mañana llegué de mal estado de ánimo. Acababa de tener una discusión con mi marido y no me sentía muy bien que digamos. Empecé a ayudar a una mujer a sacarse el abrigo y le pregunté: “Ida, ¿qué tan bueno tiene que ser el matrimonio?”.

 

Ida, que había sido psicóloga de profesión, se rio: “Tan bueno como puedas soportarlo”.

 

¿Qué tan buenos podemos soportar que sean nuestros matrimonios? ¿Cómo sería la vida si tuviéramos la relación que siempre soñamos?

 

He aquí una lista de cosas que aprendí en cuarenta años de matrimonio, trabajando con otras parejas y aprendiendo los principios de fe:

 

Después de una discusión o una gran desilusión, uno puede empezar a pensar que cometió un terrible error y que debería haberse casado con otra persona. Esa es la voz de la mala inclinación. Incluso si te casaste por puro encaprichamiento, desesperación, presión paterna o por despecho, de todas maneras, ustedes dos tenían que casarse. Si a pesar de un gran esfuerzo por hacer que el matrimonio funcione, el matrimonio con problemas sí termina en divorcio, eso no significa que haya sido un error haberse casado con esa persona. Había un gran trabajo espiritual que debía llevarse a cabo y que fue facilitado por dicha relación. Si no hubieran tenido que estar juntos, Hashem habría evitado esa unión ya desde el comienzo.

 

Ahora bien, dando por sentado que los problemas matrimoniales no son por actos de violencia o abuso emocional y que los dos se esfuerzan por ser personas más maduras, entonces los problemas generalmente se solucionan con el tiempo. Es una hermosísima experiencia crear una historia compartida de criar una familia feliz, ser abuelos y ser testigos de todos los desafíos que uno ha logrado superar con el tiempo. ¿Acaso no preferirías crear buenos recuerdos en vez de recuerdos dolorosos? ¿A quién le gusta recolectar lamentaciones?

 

Si aceptas que eres el-la autor-a de tu historia conyugal, entonces te esforzarás por ver cuánto ha logrado cada uno de ustedes y cuánto se ayudaron el uno al otro a crecer. Puedes estar orgulloso-a de la persona que ha llegado a ser tu pareja y acreditarte parte de todo ese crecimiento. Para aquellas parejas que no tienen hijos, el lazo puede ser incluso más fuerte.

 

La mayoría de las parejas recién casadas son dos extraños que todavía no hicieron mucho el uno por el otro. En ciertos casos, ni siquiera tuvieron que esforzarse para conocerse el uno al otro: sus padres se encargaron de eso. Lo único que tienen que hacer ellos es estar de acuerdo en casarse y los demás proveen el resto. El amor real se construye en forma gradual después del casamiento y cada día debería ser un depósito en tu banco personal de gratitud. Enfócate en aquellas cosas que tu pareja hace por ti y jamás atribuyas malas intenciones allí donde no existen.

 

Es fundamental que entiendas que tú y tu pareja están los dos del mismo lado. Muchas veces empieza a haber competencia entre ambos y las peleas por el poder pueden transformarse en un hábito terrible que es difícil de quebrar.  Es cruel tratar de controlarse el uno al otro y las críticas jamás son efectivas para promover un cambio. La aceptación, la paciencia, la humildad y el buen humor funcionan mucho mejor y más rápido que las quejas, los rezongos y los insultos. Muchas de las peleas son en realidad un pedido a gritos por un poco de atención, aprecio y comprensión. Pero a la gente le da vergüenza pedir lo que quiere.

 

Hay que hacer hitbodedut (plegaria personal) para ser conscientes de lo que buscamos realmente, y qué es lo nos causa frustración. ¿Necesitas un abrazo? ¿Una salida de noche? ¿Una siesta? ¿Un regalo de cumpleaños? ¿Te sientes sola, no valorada, aburrida, agotada? Dilo. ¡No tengas vergüenza! No pretendas que tu pareja te lea el pensamiento ni decodifique tu comportamiento tan peculiar. Basta con los jueguitos. Asume la responsabilidad de tus necesidades emocionales. No te hagas la víctima. Las víctimas siempre se vuelven los acusadores al final.

 

Recuerda que la forma en que dices las cosas tiene enormes repercusiones. Habla respetuosamente y afectuosamente. Y por amor a Dios, no pierdas tu sentido del humor! Si no puedes reírte de ti mismo-a, llama a alguien que lo haga!

 

La próxima vez que te enojes por el desorden que dejó tu pareja en la mesa o en la chequera; la próxima vez que tengan una discusión por los niños o te moleste cómo te tratan tus suegros, imagínate que eres viuda o viudo. Yo trabajé con personas recientemente viudas y te aseguro que es una pérdida tan devastadora que según investigaciones realizadas, a veces hacen falta diez años para completar el trabajo de duelo. Por eso, imagínate por un segundo que tu pareja falleció. Sin lugar a dudas lamentarás enormemente todas las veces que te peleaste por tonterías, las palabras feas que se dijeron y las veces que hicieron una guerra silenciosa en vez de hablar las cosas. Muchas veces damos por sentado el hecho de que estamos casados…

 

Ninguna pareja sabe cuánto tiempo Dios les vas a dar para que estén juntos en este mundo. La persona puede morir de repente en cualquier etapa de la vida. No te engañes pensando que tienes toda una eternidad. Haz que tu matrimonio tan bueno como seas capaz de soportarlo. Y luego multiplica eso por diez.