La guerra de los mundos

Un hombre blanco dirige un laser a los ojos de un policía en su celo por incendiar una tienda que da empleo a cien personas.¿Por qué hace eso?

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David Ben Horin

Posteado en 09.08.20

“Y serviréis allí a dioses hechos a mano por los hombres, dioses de madera y piedra que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen” (Deuteronomio 4:28)

 

Todos los días navegamos en un mundo de excusas.

 

Un hombre blanco dirige un laser a los ojos de un policía en su celo por incendiar una tienda que da empleo a cien personas.

 

¿Por qué hace eso?

 

¿Porque las vidas negras importan?

 

Y si las vidas negras importan, ¿por qué mejor no busca a un hombre negro y le da a él a y toda su familia dinero para que compre toda una semana gratis en el supermercado en esta época de cuarentena? ¿Por qué no lo ayuda a encontrar un buen trabajo? ¿Por qué no le ofrece dinero para educación, para que aprenda un oficio, o vaya a la universidad? ¿Por qué simplemente no lo invita a su casa a almorzar?

 

Un anciano se pasa cinco horas online mirando sitios “para adultos”.

 

¿Por qué hace eso?

 

¿Para demostrar su capacidad de libre elección? ¿O la libre expresión de aquellos que producen esta basura?

 

¿Por qué no ejercita su poder de elección evitando mirar esa basura? ¿Por qué no se abstiene de contribuir con su dinero a un negocio tan sucio para que las mujeres tengan mejores opciones para expresarse?

 

La gente se aprovecha de las causas más nobles para comportarse de la peor forma posible. Y esto se ha venido repitiendo desde que el hombre empezó a adorar las estrellas como una forma de “honrar” a Dios “homenajeando” a Sus creaciones.

 

 

La idolatría – antes y ahora

 

 

La idolatría no es más que una gran excusa.

 

El ídolo no es algo que monitorea lo que tú haces. No es algo que escucha lo que tú dices. No es algo que puede reaccionar a la forma en que actúas. El ídolo no oye las malas lenguas. No ve el asesinato.

 

No puede castigar.

 

No puede premiar.

 

Si quiero pasar una noche sórdida solo con un grupo de zorras, lo único que tengo que hacer es convencerme a mí mismo de que mi sándwich de atún omnisciente está de acuerdo.

 

Si quiero estafar a la gente y robarle su dinero, solamente necesito escribir en un cuaderno que eso va a complacer a mi sándwich de atún.

 

Si quiero pasarme las próximas diez horas comiendo una torta de siete capas mientras me doy una panzada de Netflix, puedo calmar mi conciencia llamándolo “mi tributo a mi sándwich de atún”.

 

Desde tiempos inmemoriales hasta la fecha, la idolatría siempre fue así: hacerse la rabona para no servir a Hashem.

 

Nunca se trató del ídolo en sí mismo.

 

El ídolo deja que el hombre haga lo que le plazca. Y además redistribuye dinero y poder a todos aquellos que dominan el esquema.

 

Los sacerdotes idólatras amasaban fortunas y ejercían su influencia en los reyes y emperadores, simplemente diciéndole a la gente que podían satisfacer sus pasiones físicas sin que eso afectara lo que ocurriría en el otro mundo.

 

El hombre hacía lo que fuera para reemplazar a Dios en la escritura de las leyes del bien y del mal.

 

 

El mundo real

 

 

Escucha oh Israel, Hashem, nuestro Dios, Hashem es Uno.

 

En el mundo en el que vivimos, hay un Solo Dios y Él está en todas partes.

 

Piensen en la bandera de Israel: una estrella con seis puntas que representan el hecho de que Hashem está en el este, el oeste, el sur, el norte, arriba y abajo. En cada dirección, en cada lugar, está Él.

 

Él escucha todo lo que decimos.

 

Él ve todo lo que hacemos.

 

Él incluso sabe todo lo que pensamos.

 

Él recompensa a los que obedecen Sus preceptos y castiga a los que no lo hacen.

 

Él confiere una bendición incluso mayor a aquellos a los que castiga pero que después Le obedecen y mejoran su comportamiento.

 

El mundo que proclama a Hashem Rey vive según un único conjunto de leyes: que el hombre no hizo y no puede cambiar. Las leyes no se pueden torcer para adaptarse a los deseos físicos. Los deseos físicos deben torcerse para adaptarse a Sus leyes.

 

Hashem creó para nosotros todo el Universo: Él creó el cuerpo, la mente, y el alma con un solo propósito: que nos acerquemos más a Él con cada cosa que hacemos.

 

La ley judía se llama “halajá” – que significa “movimiento”.

 

Todas estas leyes son para que nos acerquemos a Dios.

 

Únicamente en un mundo de leyes, consecuencias y segundas oportunidades es posible el crecimiento.

 

Para eso Hashem creó el mundo.

 

 

Cuando los mundos chocan

 

 

Es por eso que la idolatría es un pecado tan grande.

 

Es la excusa ideal para desperdiciar 90 años de vida sin crecer nada.

 

No hay peor crimen que desperdiciar el propósito de la Creación.

 

Cada mitzvá que hacemos es una forma de activismo político. Es una afirmación de que el mundo está gobernado por nuestro Rey yq eu cada uno de nosotros tenemos un propósito. Es una manifestación en contra de todas las excusas y una proclamación de que todas las personas fueron creadas iguales – para cumplir la voluntad de nuestro Creador y cumplir el propósito de Su Creación.

 

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